“(Toma su vela, el cepillo, etc., y repentinamente la inspira una esperanza, y deja las cosas en la mesa nuevamente)”

Casa de muñecas reparada

 

 

¿Cómo la elección de diversos géneros de escritura nos dice algo sobre la travesía de una vida? ¿Qué forma de vida se va desplegando por medio de ellos? ¿Cómo ellos nos permiten reconstruir o imaginarnos una existencia a través de los momentos que quedan arraigados a los textos, siguiendo las convenciones —y también la pugna que establecen contra esas convenciones— que definen a esos géneros en específico, sobre todo en una pensadora para la cual la “cuestión del género” (el otro, el que se vive y se llega a padecer, el que históricamente ha arrastrado segregaciones y exclusiones) fue relevante? Una decisión que en ¡Siempre adelante! Escritos y cartas, 1866-1897 se encuentra mediada por el trabajo de investigación y traducción realizado por Ángelo Narváez León y la labor editorial del equipo de Banda Propia editoras, pero que emana ya de las elecciones políticas y afectivas tomadas, y luego legadas, por Eleanor Marx.

Los tipos de textos compilados en este volumen van desde cartas que expresan distintos momentos de su vida (desde la infancia hasta los albores de su muerte), reseñas literarias y también de libros políticos, textos de intervención pública tales como manifiestos, discursos, cartas abiertas publicadas en órganos oficiales de partidos, organizaciones o en medios de comunicación, además de reportes, ensayos, prólogos, traducciones, notas, cuestionarios, e incluso la relaboración de obras literarias, como la que hizo de Casa de muñecas de Henrik Ibsen. Todo ello trasluce los diferentes roles desplegados por Eleanor Marx a lo largo de su vida: militante socialista, pensadora feminista, crítica literaria, traductora, conferencista, editora, polemista, fundadora de sociedades literarias, de la Liga Socialista, oradora y agitadora del movimiento obrero inglés e internacional, además de hija, hermana, amiga. Posiciones que, a la vez, arrastran los lugares en los que vivió, los lugares para los cuales su escritura fue pensada y los desplazamientos y viajes realizados en el transcurso de su existencia: la infancia en Londres, en condiciones de severa pobreza, las estadías en Karlsbad, Alemania, en Ventnor en la Isla de Wight, Reino Unido o en París, asistiendo a su padre en sus convalecencias, sus viajes con motivos de activismo político a Estados Unidos, Noruega, Bélgica o Suiza. Y por cierto que, desde luego, también sus ideas. Tanto aquellas que hoy pueden repercutir con una contemporaneidad asombrosa, como aquellas que el decurso histórico ha puesto fuera de lugar.

Los tipos de textos son relaciones sociales, participan del establecimiento de lo común, exponen y también cuestionan los fundamentos de aquello que es reconocido como compartido por una comunidad. Por ello, los textos no solo arrastran consigo sus condiciones socio-históricas, sino que también las vidas de quienes los elaboran, de quienes los leen o de aquellos y aquellas que acompañan su creación, como lo desliza la sentencia esgrimida por la biógrafa de Eleanor Marx, Rachel Holmes, y retomada en el prólogo a esta edición por Alia Trabucco Zerán: “Tussy y El Capital crecieron juntos”. A través de estos textos y lo que narran o exponen se va perfilando el “Humor” de Eleanor, para decirlo con la palabra alemana con la que a ella le gustaba definir a su propio padre, “una combinación de ánimo y buen humor, de coraje desenfadado y entusiasmo” (229). De hecho, podríamos decir que hay en Eleanor una apropiación socialista de los tipos de texto pues, en su gran mayoría (haciendo la excepción de sus cartas y otros documentos de intimidad) su escritura tiene por voluntad el incidir en la esfera pública. Son textos de intervención, textos en los que se avanzan y se defienden posiciones, en los que se hace un llamado a debatir públicamente, a socializar noticias de luchas políticas que debieran ser conocidas en otras latitudes, por otros movimientos y comunidades, textos, en definitiva, en los que se aspira a trasuntar vida, en hacer ingresar formas de vida a la escritura y a los diversos formatos textuales por los que esta fluye.

Dos casos literarios manifestados en el volumen sirven para precisar esta posición. En su reseña a la novela La musa trágica de Henry James es justamente esto lo que le fustiga. A su juicio se trata de una novela lúcida y “llena de pasajes admirables” (155), pero que no tiene vida. “No hay nada vivo ahí” (155), espeta Eleanor casi de entrada, para posteriormente rematar: “Los dioses no le han respirado el aire de la vida a la estatua del señor James. Así también con casi todos los demás personajes. ¡Si el libro fuere solo un poco peor! Si no fuere tan bueno no sería tan triste” (156). Pero el segundo caso literario aludido es aún más interesante. En “Casa de muñecas reparada”, Tussy reescribe un pasaje clave de la clásica obra de Ibsen. “Nuestros reparos no solo adhieren a los del sentido común inglés; hemos restaurado también lo que evidentemente era la idea original de Ibsen. En el proceso de reconstrucción hemos hecho nuestros ladrillos con la paja del adobe original de Casa de muñecas, por decirlo de alguna manera. Casi no hay frase o idea en nuestro trabajo que no se encuentre en el original, y estamos convencidos de que el mismo Ibsen consideraría nuestra versión reparada superior a su deficiente trabajo” (118). Hay en este pronunciamiento algo que tensa la relación entre capitalismo y derechos de autor, es ese énfasis en la creación como una labor colectiva que puede manifestarse, incluso, como reescritura del trabajo de otro, sin que medie en ese acto un filtro restrictivo determinado por la noción de propiedad. Un debate sobre la noción de propiedad y derechos de autores y editores que, de hecho, fue movilizado en gran parte por la circulación internacional de literatura, sobre todo a partir del siglo XVIII.

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¿A través de qué modos discursivos se puede contar una muerte? En la parte final de este libro de reúnen una serie de textos que no solo reconstruyen episódicamente ese trágico momento, sino que también se recuperan documentos que robustecen las dudas y, más aún, las sospechas que se ciernen sobre quien habría sido el principal responsable tras el suicidio de Eleanor Marx, su pareja sentimental durante sus últimos catorce años de vida, Edward Avelling. En esta sección se integra el informe forense sobre el suicidio de Eleanor, notas necrológicas, condolencias, textos de intervención que replantean las condiciones que la arrastraron a su decisión final y cartas de la misma Eleanor dirigidas a su amigo y eventual hermano, Freddy Demuth, escritas en los últimos meses de su vida y trasuntadas por un tono muy distanciado del humor que había heredado de su padre y del cual rebosan los textos de las secciones precedentes. Están redactadas en un tono de angustia, de desesperación, por medio de las cuales se dejan ver sucesos oscuros que habían marcado su relación con Avelling y que Eleanor había luchado por mantener en una intimidad casi absoluta. Un suicidio ejecutado con ácido prúsico, composición que tiene entre sus elementos al primer pigmento sintético moderno, el azul de Prusia, y cuya traza histórica encontrará el horror durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el régimen nazi lo empleó para crear el zyklon-b, pesticida mortal utilizado en los campos de concentración.

En Acerca del suicidio Karl Marx escribió:

Entre las causas de desesperación que hacen que las personas dotadas de una gran susceptibilidad nerviosa, así como los seres apasionados y melancólicos, busquen darse muerte, he remarcado que el rasgo predominante está en los maltratos, las injusticias, los castigos secretos que los padres, o superiores faltos de compasión ejercen contra las personas que dependen de ellas. La revolución no ha hecho caer a todas las tiranías; los disgustos que se han reprochado a los poderes arbitrarios subsisten en las familias; causas crisis análogas a las de las revoluciones.

Después de leer los antecedentes que rodearon la muerte de Eleanor Marx, la cita anterior adquiere, cifradamente, un cariz conmovedor.

Por Hugo Herrera Pardo

 

 

 

 

¡Siempre adelante! Escritos y cartas, 1866-1897

Eleanor Marx

Investigación y traducción de Ángelo Narváez León. Prólogo de Alia Trabucco.

Banda propia editoras, 2022

452 páginas