1

 

Es oscuro el camino,

los símbolos, la angustia.

 

Todo es hambre después del relámpago.

 

 

4

 

El cuerpo espera a la niña

suspendida en el aire.

No reconoce su forma,

va y viene a través de él

recogiendo poco a poco de la tierra

las horas que tendrá en este mundo.

Nada le parece real todavía,

la luz, el invierno, su madre,

la casa en silencio;

regresa a la muerte

como quien va a su hogar,

a la noche temblando en el agua.

Sus pocos años no han hecho

de su cuerpo un absoluto,

sino fragmentos que ella abre

sin saber, sin la herida

de quien se mira en un espejo.

 

 

9

 

Esta cicatriz

deja un espacio

para escucharse

en cada cosa,

cicatriz que emerge

y se expande

cuando una sombra

quita la forma y el sentido

quedando solo el río y el viento

quedando

no quedando

ni el río ni el viento

solo la música

surgiendo y regresando a la noche

que habita sin tiempo

y sin nombre

en nosotros.

 

 

27

 

Otra vez lo real

un cuerpo separado de su nombre

una respiración,

el viejo mantra siendo testigo de su vientre.

Una fuerza, un instante en que la vida

se mira nacer

otra vez, y otra vez, y otra vez.

 

La respiración también

es un camino de regreso.

 

 

29

 

Un niño mudo riega un árbol seco.

Intuye en ese acto

el sentido de su vida,

el sacrificio que dará paso al mundo,

su primera palabra.

 

 

Por Natalí Aranda Andrades

 

 

 

 

No-lugar
Natalí Aranda Andrades
2021
Komorebi Ediciones
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