Las declaraciones de poetas para la prensa suelen buscar efectividad, por no decir: eficiencia. Choreza obliga, de lo contrario no hay cuña ni —lo crucial— promoción posible. En cambio, No soy tan moderna, libro editado por Alquimia Ediciones con fragmentos de dichos, respuestas y una autoentrevista de Elvira Hernández, presenta el más sutil esbozo de una personalidad que, como le gustaría al zarandeado Juan Luis Martínez, irradiaría una identidad velada.
De manera similar a lo que había hecho con Gonzalo Millán en La poesía no es personal (2012), la edición de No soy tan moderna desmonta la estructura de pregunta-respuesta propia de la entrevista y la vuelve a montar para sacar a relucir un volumen que seguramente sólo le interesará a quienes escriben y leen poesía, lo cual, si se atiende a las propias palabras de la autora acerca del ambiente acrítico del mapa literario chileno, ya es algo, por lo menos.
Desde la imagen de portada del libro se podría especular que aquí está y no está Elvira Hernández (un nombre después de todo tan común, o un heterónimo que “es el anonimato total”); pero lo significativo ahora será oír esa voz intervenida por una edición —o por un “montaje”, el de Alquimia— que la ordena en capítulos o secciones temáticas, cada cual encabezada por una de las declaraciones de la poeta. Dichos espacios desde luego se mezclan, se contaminan unos a otros porque quizá nunca olvidan los versos de Pájaros desde mi ventana: “La poesía no es temática. / La poesía habla de todo al mismo tiempo.”
Hay aquí lugar para un pensamiento de la palabra, que emana con ella y por ella, sin perder de vista sus efectos de lectura, sus posibilidades de encuentro. No sólo en “Compacto de baja fidelidad”, la autoentrevista entre “Yo” y “Ella” publicada originalmente en 2003 por revista Trilce, sino también a lo largo del libro, Hernández parece dialogar a solas y al mismo tiempo con quienes la leemos; a fin de cuentas, es en esos cruces donde la poesía y la filosofía se encuentran.
A contracorriente de ese encuentro, interrumpiéndolo, se asiste a la exhibición de la persona poeta, que es uno de los problemas sobre los cuales Elvira Hernández ha venido insistiendo. La única forma de hacerse notar por parte de quien escribe, dice ella, es “observar, no ser observado”, tomando nota desde un lugar invisible, no por ello apartado del devenir social. “Por eso la poesía no es mediática. Se mueve desde rincones insignificantes que son observatorios de primera magnitud de la vida”. A partir de la primera sección hasta la última de No soy tan moderna hay un estado de alerta ante la sobreexposición de la Figura-Poeta (o de la Figura-Novelista, e incluso de la Figura-Libro) en desmedro de la palabra comunitaria, pública, que no se deja privatizar por la presunta autoridad de quien la profiere.
Esto no quiere decir que la poeta no cargue con su historia, su “vida mundana”: la de una mujer nacida en Lebu cuyas “salidas” —al modo de Alonso Quijano— le han valido, entre otras cosas, exploraciones, censuras, otro nombre y cautiverios, además de repensar continuamente su posición (y la de otras) en cuanto escritora. De tal modo, estas declaraciones, así reunidas, compondrían —bien lo dice la contratapa— una biografía de sentencias murmuradas, reflexiones escépticas, sin el bronce de la estridencia pero con el filo suficiente para rasgar pieles tan bien cobijadas tras el muro de la pantalla.
Por Martín Cinzano
No soy tan moderna. Extractos de entrevistas.
Elvira Hernández
Alquimia Ediciones
2021
81 páginas
Más información en https://alquimiaeditorial.cl/producto/no-soy-tan-moderna/