Dentro de la vida de barrio la realidad pasa a ser similar a la de tus vecinos. Las mismas calles, las mismas micros, las mismas fiestas y los mismos funerales. Donde es muy común conocerse o tus padres con los suyos, distintas generaciones a veces compartieron y siguen compartiendo en la misma pobla de siempre. Los almacenes y bazares proveen lo cotidiano, en las dosis justas, con la lealtad de un vecino mas y el trato íntimo del que te hace ingresar a su propia casa.
Existen procesos en las sociedades, en la ciudades, en las poblaciones, en que llegan nuevos vecinos, más personas buscando lo que todo ciudadano busca; un hogar, y llegando a todos los rincones posibles, integrándose a nuestras comunidades desde el lugar que sea, el país que sea, porque así son los barrios; cobijan al que lo busca y protegen a los suyos. Redes completas de vecinos en auxilio de personas que sin importar su nacionalidad o realidad son integrados de manera justa al contrario de la institucionalidad misma.
Pero ¿Qué sucede cuando el aumento de personas en estos pequeños territorios se da de manera totalmente abrupta y desrregulada? Miles de personas, que no tienen la culpa de ser parte de soluciones defectuosas, se enfrentan al gran problema habitacional que es innegable en nuestra ciudad. El trabajo que exhibiremos a continuación muestra desde la mirada surrealista de tres jóvenes con trabajos realizados en el terreno llamado Parque Las Moscas por los vecinos de la población San Joaquín ubicada Pedro Aguirre Cerda, población que se encuentra en disputa contra una de las inmobiliarias acusadas de construir guetos verticales por todo Santiago con gran cantidad de habitantes por hectárea. El trabajo que verán a continuación es la conjunción de tres tipos de arte para mostrar la mirada de un espacio que probablemente sera intervenido con un montón de concreto y fierros de 15 pisos. La fotografía le corresponde a Gonzalo Mujica, el actor es Brian Marchant y la poesía es de José Miguel Morales.
Ensillado

Óleo taciturno de esferas de fuego
Sentado a la mesa de la pipa vacía

Encadenado a un árbol
Que condenado a ser silla
Acompaña mis comidas
De naturaleza muerta y grasas saturadas

Las falsas flores
Emergen engañando a los incautos
Y se destruyen al oír el reloj

Recostado en la mesa comprendo a las viudas
Que rehacen su vida en el comedor de diario

El barniz protege mis huesos
Del incesante paso de los rayos
Para invertir mi cadavérico avance
Por este lado oscuro del muro

Vierto el vino en mi abdomen maquillado
Mirando de frente al cielo
Para ver que opinan las golondrinas de viento

El huevo frito de mis ojos
Acompaña mi arroz pálido de mañanas repetidas
Que delirio y que ricos sabores
Parezco joven
Para untar mis propios huevos.

 

Simbiosis

Alivio mis culpas
De dolor enajenado
Con cada trago largo
De mosquitos infectados

El dolor acumulado en mis entrañas
Me impiden sostener mis ojos
A la caída triste de mi conciencia
Un ojo cae a mi vaso

Y se sosiega el desconcierto

Me desmorono paso a paso
Sin perder la compostura
Y en cada trago largo
De mosquitos infectados
La verdad sale a flote
Con cada trozo de mi cuerpo
Que sin vergüenza caen al piso
Repartidos por doquier
Para estar más cerca del mundo
Quien sabe porque

De cabeza se ha puesto mi casa
Y ya no sirve más
Desde que el augurio del recuerdo
Se presentó por mi balcón

Que como ave se echó a volar

Bebo mi ojo del vaso
Y veo la solución
Dentro de mi carne también soy joven.

 

Soliloquio

Rasguño el augurio de la soledad
Aprendo a soplar fuego
Digiero mis palabras
Mientras se asa mi vientre

Alimento a los gatos con rocío de lágrimas
No me endereza la vida
No me comprenden los muros
Y aíslo mi conciencia

Cuando me telefonea el silencio
Pulcro olvido de mis sábanas
Que amo el lánguido descuido culposo