A la vaca mariposa de la que habla Simon Diaz ( https://www.youtube.com/watch?v=8oi2NIizZTE )

 

Mercedes Sosa canta, “cuando tenga la tierra sembraré las palabras” A veces pienso en la palabra y en la tierra

A veces pienso que la tierra es la palabra, y entonces una debe pa-labrar, arar lo que se dice o se escribe.

A veces pienso, por ejemplo que Entre las manos

Fraxinus uhdei

 

Crecen

Ceiba pentandra

 

Diversas formas de lo vivo

Cecropia peltata

 

(caben en las entrelíneas muchas especies, entre el espacio que queda de un dedo al otro) ((si una piensa en el monte, ese monte espeso y extenso y desbordante y mito-mórfico, podría decir que los espacios en los que caben esas muchas formas de la vida son entrelianas -las líneas de un texto también son lianas de selva-))

Estos días de ir y de venir y de ir y de venir, se aparecieron muchas formas de lo vivo tratando de pensar en las palabras escritas en los diarios y en los correos electrónicos enviados entre una,

dos,

                                         tres cordilleras.

Pensar que a una se le olvida frecuentemente hablar y que la forma de las palabras puede resolverse de pronto en la forma de los espacios.

ese espíritu del viento que cobra una forma extraña

con la estructura maxilofacial de los labios

lengua

mandíbulas

dientes,

me hace zancadilla de seguido

como todo se me enreda pienso en las ramas de los bosques

en las lianas

María de las estrellas escribió: “escribo como si estuviera hablando dormida.”

Acá, un derrumbe: muchas derivas, desbordes, torpezas, fabulaciones, vacas pariendo, lianas y canciones.

Primera entreliana:

Dice el diario/

Jueves:

Subimos al páramo con Liz y Juliana.

Nos acompañaron dos perros.

Les pusimos nombre a los perros.

Sobre los troncos y las piedras crece una mano verde que se llama liquen.

Los líquenes se extienden como palmas abiertas sobre los troncos y las piedras del páramo. Se enredan y nacen como orejas, parecen también boquitas o lenguitas u hojas de lechuga. La ancha palma del liquen pareciera una mano abierta extendida. Los líquenes son holobiontes, una simbiosis mutualista entre un hongo y un alga. Los líquenes tienen una capacidad de casi siemprevivas porque crecen sobre terrenos que podríamos considerar más bien agrestes (como una roca en la Antártida). Las Umbilicarias son un género de líquenes que se llama así porque el hongo que se adhiere a la superficie parece un cordón umbilical (lo aprendí leyendo a Robin Wall Kimmerer1 y lo aprendí también de la mano generosa de Frida Chiu, que me la recomendó). Estas especies suelen ser de las primeras en nacer en etapas postglaciares.

Subimos al páramo y la tierra nos mostró un montón de ombligos. Canales de comunicación, alimento y a la vez cicatrices.

Subimos al páramo y resulta que la montaña se la pasa fabricando imágenes y nacimientos: no solo los ombligos de las piedras, sino también los ojos de agua y frailejones2 de 50 años.

Resulta que en el páramo nacen muchas cosas. Resulta que el agua brota, desde la tierra, bonitica, transparente. Pienso: todo formándose en esta montaña y una usando las mismas palabras para describirla.

Un nacimiento de agua es un nacimiento de agua Una briofita creciendo es una briofita creciendo

 

Víctor Jara tiene un álbum que se llama “Pongo en tus manos abiertas”, y yo pienso que si un liquen puede ser ombligo y palma de mano, puede recibir canciones, y su nombre no debería solo aludir a “holobionte conformado por un hongo y una o varias poblaciones fotosintéticas de algas o cianobacterias”, sino también a “palma de mano abierta sobre la que se posan canciones. Ombligo de posibles y lección de cuidado de la montaña”.

César Calvo escribe: “Será por el carácter de estas selvas, todo este mundo nuestro todavía formándose, ríos que de improviso trastornan su sentido o descienden sus aguas o las alzan en unas pocas horas”.

Segunda entreliana:

Dice el diario/

Martes:

A veces pasa que amanezco con el día y me siento muy tonta con el hablar.

Veo un mango re bonito que se ofrece desde un árbol.

Y yo no sé qué decirle al mango para corresponderle, ni al árbol ni nada.

En la casa las mujeres tejemos en silencio.

De las manos abiertas de lo que compuso Víctor Jara, de los líquenes extendidos y de los saberes “domésticos”: una deriva.

La deriva: no creo que una aprenda a escribir ni en la universidad ni en el colegio. Pienso en la palabra aprendida como herencia materna. Las mujeres que me criaron me enseñaron a hablar en lenguas: pelar una mazorca, coser el roto a las medias del colegio, decir mentiras para defenderme.

Y resulta que todas, en la casa, tejemos en silencio. Y que el habla-testimonio de la vida ha sido por largo rato el gesto del saber de las manos. Y resulta que sentimos culpa cuando se nos dice que “hablamos de más”. Aprendimos todas a tejer para amarrar las cosas que no alcanzamos a decir.

Ya lo decía Sor Juana: “Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito”.

Mis abuelas hacen un guiso increíble, pero como no estudiaron otros han dicho de ellas que son analfabetas.

A veces me da más miedo que se me olvide hablar a que se me olvide hacer el guiso, y entonces caigo en cuenta de que de repente entendí todo mal. La culpa pisada de hablar, a una que le enseñan que no debe hablar. Que esa tierra imaginaria de la palabra es posesión de otros.

Pienso, si esas lenguas del saber están en las manos de mis madres, ellas sí que saben cómo corresponderle su belleza al mango: hacen un jugo que compartimos, bebemos juntas.

Cesar Calvo escribe: “Todavía está haciéndose este mundo, porfiando su lugar, acomodando aquí su más allá, cayendo con los barrancos, los árboles gigantescos, asomando en las islas que hoy duermen aquí, como el renaco, y mañana despiertan lejoslejos, y en unos instantes nuevamente se poblan de plantas, de personas, de animales. Para ver y entender y nombrar un mundo así, requerimos hablar también así. Un idioma que decrezca o ascienda sin anunciar, boscajes de palabras que hoy día están aquí y mañana despiertan lejos, y en ese instante, dentro de la misma boca, se pueblan de otros signos, de nuevas resonancias”.

Este mundo siempre naciente, siempre creador de imágenes.

Otra deriva: Para hablar de la selva habrá que hacer a la palabra una selva. Para hablar de una noche de bosque tupido, habrá que hacer de la palabra una noche de bosque tupido. Para hablar del liquen habrá que hacer de la palabra un liquen.

Tercera entreliana:

Un poema de Ivette Luna: “(…) Tienen fe/ en la magnitud de un puño/ pero el puño/ extrañamente/ es del tamaño/ de un útero”

Hace unos años, en las montañas, me enseñaron a tejer fajas para cubrirme eso que extrañamente tiene el tamaño de un puño. Como no podíamos salir en la noche del lugar en el que estábamos, tejíamos.

Una deriva: El útero tiene una fisonomía similar a la garganta.

Nosotras tejíamos en silencio.

Dice el diario/

Domingo:

Llevábamos varios días esperando que una de las vacas pariera.

Los becerros nacen enteros, es impresionante.

Juan, que hace un doctorado en reproducción animal, dice que saber describir en palabras

lo que es una vaca pariendo el cuerpo entero de un becerro es algo muy difícil.

¿Una cómo dice esas cosas?

Arriba de nosotras la punta sagrada de un nevado que en unos años no va a estar.

Seguramente lo primero que aparecerá en las piedras del nevado diluido será un liquen.

Son muchas las cosas que pasan en las montañas. Pensábamos, en la espera del nacimiento de las vacas, que la montaña había sido una creadora de imágenes durante el día entero. La vaca, que se llama Margarita, esperaba que la luz se apagara. Cerca de la luna llena las vacas alumbran con más probabilidad.

Como en un cine, las luces en la montaña crean acontecimientos: dependiendo del ciclo lunar es la cosecha, dependiendo de la luz solar la planta fabrica sus azúcares. Llegan y se van los pájaros que transportan las semillas de las frutas en relación con el clima y de todo esto dependen también los corredores de los jaguares que llegan a la zona.

Pasa que el cine se hace con cámaras que son también el rezago geológico de la extracción de la tierra. Una amiga me comparte una frase de Jean Marie Straub y Danielle Huillet: «Mirad a Coppola, quería hacer un film contra el napalm y ha quemado bosques enteros con él. Esto es también el cine». Resulta que, que la vaca dé a luz, que un ave transporte una semilla y que la planta fabrique azúcares tiene mucho que ver con las películas y las palabras. Resulta también que la montaña se encarga de crear las condiciones para hacer posible su propio presagio cinematográfico de la creación de imágenes, y entonces pasan cosas como un becerro naciendo.

Una fabulación, una canción, un recuerdo: La canción “La toma” del álbum

“La población” de Victor Jara inicia con el testimonio de una mujer que

cuenta cómo la niebla del día -esa fabricada por la montaña-,

favoreció la toma de terrenos. Cambió la ruta de acción y

escondió los cuerpos organizados de la mirada

vigilante de los carabineros.

El conjuro mismo de la tierra arma un aparato de visión: una máquina de niebla y opacidades.

El conjuro mismo de la tierra abraza una erótica de lo posible: nos enseña un idioma.

Una fabulación que es pregunta:

¿Cómo darle a un mundo que siempre está naciendo una palabra que le corresponda?

¿Una siempre naciente palabra, un idioma de lo vivo?

¿Cómo filmar un mundo así?

¿Cómo sería una gramática del animismo en el cine?

Dice una canción: “Con la primera alborada, la tierra voy a regar”.

Una deriva de pensamientos:

1.- El becerro recién nacido tiene en sus ojos el

2.- Hay mucho que aprender de un animal

3.- Hay que aprender palabras para corresponderle a algo tan hermoso como el nacimiento de cuerpo entero de un animal.

Pienso en la entrevista que hace poco hizo José Sarmiento a Adirley Queirós y Joana Pimenta a propósito de su película Mato seco em chamas: hablan de que a las imágenes les precisa una revuelta3.

Un recuerdo: Hace unas semanas, Nina Satt nos contaba sobre las proyecciones del documental Espero tu (re)vuelta en Chile. Eliza Capai (la directora) le decía que cada que se proyectaba la película, algo salía mal. O se encendían alarmas, o el sonido no servía, o la imagen aparecía cortada. Nina le contó que justo durante el estallido la película había funcionado perfectamente bien y que todxs salían del cine, al paro.

El paisaje permea formas del habla, pienso

A las palabras les precisa también una agitación

Cuarta entreliana:

Las ideas que voy pensando van naciendo de las líneas de correos que nos mandamos con Laura Dávila. Ella, a propósito de la obra de Maria Rojas Arias4, me habla de que “su cine es más como una chagra5. Hay elementos que conviven en un caos orgánico”. Laura me cuenta: “Últimamente he pensado en el cine como chagra. Dejar que las cosas crezcan por ahí, donde quieren. Sin orden, sin estructura aparente, sin monocultivo pero en una constelación micelial. Una ecología heterogénea”.

Pienso entonces, en medio de las preguntas de los saberes de las manos de mis abuelas, de las películas y del ejercicio de escribir sobre las mismas, en un cine con una base biológica que conduce al apoyo mutuo, una simbiosis entre el cuerpo y la cámara y la tierra en la que sostenemos esa cámara. Entender también que ESPACIO + TIEMPO es biogeografía. Hacer películas sabiendo que estamos en-medio-de. En medio de cuerpos, de animales, de plantas, de bacterias, de máquinas que son también un rezago geológico de la memoria de las piedras (podríamos hasta pensar que el cine es posible solo gracias a las profundidades de los sedimentos que nos sostienen).

Ahora la palabra: escribir sabiendo que estoy en medio. Escribir por rabia, para desescribir como gesto de amor y de cuidado.

Las imágenes y las palabras requieren de una agitación.

Quizá encontrar una gramática hermanada en la vida dentro del cuerpo de la luz.

Habrá que enseñarle a la escritura un idioma que pueda dar cuenta de algo tan hermoso como el nacimiento de un becerro y de un liquen. Habrá que enseñarle a la escritura la tierra. Habrá que palabrar, arar esas cosas que le salen a una de la boca.

Habrá que caminar un cine chagra, como dice Laura.

Habrá que hacerle surcos al cine, de pronto de pronto de pronto porque: el extractivismo es colonialismo territorial y las minas y la violencia paramilitar y la crisis ambiental y la desaparición forzada y todo sigue pasando y entonces Coppola quemó un bosque entero con Napalm.

Bueno, no sé, habrá que pensar en un cine que como lengua de fuego

queme otras cosas, y no mas bien bosques.

Habrá que entender la gramática de la montaña que creó niebla durante la toma de

Herminda de la Victoria en 1967.

Habrá que arar la tierra de la imagen y sembrar una semilla clandestina de la luz. Pensando de nuevo en la invitación a soñar despiertas que hace Fernando Birri: Un cine cósmico, delirante y lumpen. Pensando también en una escritura sobre cine que se pregunte por lo mismo. Un lumpenproletariado que también es lumenproletariado, o ambas, como un lum(p)enproletariado, de la luz. Pensando quizá más bien, en iluminar con las lenguas de fuego otras cosas y no seguir ahuecando la tierra con exploraciones y quemas de bosque primario.

Quinta entreliana:

Las palabras: animales que nunca se repiten.

La palabra conace-cocrea-cocuyo y luciérnaga (porque también alumbra, le alumbran la espalda y el rabo a la palabra).

Las palabras tienen descendencia, como las imágenes.

Liquen procrea: nacimiento.

Cesar Calvo escribe: “Son seres vivos que andan por su cuenta, las palabras (…) Y se juntan lo mismo que panguanas y tienen descendencia… De la palabra tigre y la palabra baile puede nacer orquídeas, o acaso nazca veneno-de-tohè. De la noche preñada por un tibe, esa casi gaviota de los ríos nuestros, nace la palabra relámpago que es melliza de la palabra que en amawaka dice silencio-después-de-la-lluvia.”

Qué bruja Mercedes Sosa que conjura en su cantar “cuando tenga la tierra, sembraré las palabras”, “cuando tenga la tierra, te lo juro semilla, que la vida será un dulce racimo”. Y cantaremos, cantaremos, cantaremos, a un mundo que siempre nace con una palabra que siempre nace.

Qué bruja también la Cecilia Vicuña: “la poesía es el animal que hunde la boca en el manantial”.

Dice el diario/

Viernes:

Muchas son las cosas que se dan a luz en el monte:

Una vaca,

una jaguara,

una boca,

una película

(A las manos amigas que me han enseñado a tejer para cubrirme el propio vientre, la propia garganta. A la vaca pariendo, a la jaguara durmiendo, a la cascada brotando. Al partido de fútbol de la cancha y las mujeres que me compartieron su saber del tomate-cebolla-aceite-sal para las papas, al jugo de mango. A mis abuelas que no son analfabetas, porque requiere tantísimos años aprender la costura correcta para que las medias no se sigan rompiendo -y eso es algo que no he aprendido en seis años de universidad-. A la palabra pa-labrada y sus lecciones de cuidado: una piedra llena de ombligos cuando todo pareciera acabarse.)

Una fabulación:

La disputa por la liberación de una parcela de tierra es también la disputa por la liberación de una parcela de imaginación y por lo tanto de lenguaje, y entonces a mí pareciera parecerme que las disputas por la vida en un país por el que se disputa la tierra son también las formas de disputarse las palabras, los nombres, el lenguaje, las imágenes. Y entonces pareciera parecerme pensar que esas mujeres que formaron parte de la invasión de un terreno que luego se volvió un barrio, nos estaban contando un secreto del habla. Esas ellas del pasado fabricando la pregunta futura de no saber por qué o para qué se escribe sobre algo: ellas no solo estaban tomando un pedazo de tierra, sino también de palabras, estaban creando con la montaña una imagen. Y entonces pareciera parecerme pensar que habrá que entender a esas formas del habla del liquen, del jugo de mango, del tejido, de la vaca pariendo, y corresponderle a estas montañas que nacen y nacen y nacen. Dar una lengua que nace y nace y nace ante la maquinaria de muerte del neoliberalismo y su violencia exacerbada. Esa maquinaria que busca la posesión de las tierras.

Al final tiene mucho que ver el mango del jugo que me tomo

con las cosas que escribo

Y entonces sucede que Mercedes Sosa canta: “cuando tenga la tierra sembraré las palabras”.

Pasa una deriva, que es recuerdo:

El profe nos cuenta que cuando se termina la zona de distensión

en El Caguán6, deben enterrar en la selva todos los libros que no

podían llevarse como carga. Esos libros están

todavía debajo de los árboles, en las selvas en Colombia.

 

Termino de escribir y de fondo una canción presagia: “Cada palabra desatando un temporal”.

 

Por Valentina Giraldo Sánchez

 

 

1 En su libro “Una trenza de hierba sagrada”, Robin Wall, bióloga ambiental y forestal y miembro de la miembro de la Citizen Potawatomi Nation, le dedica un capítulo a las Umbilicarias.

2 Los Frailejones o Espeletias es un género de plantas de la familia Asteraceae, nativas de Colombia, Venezuela y Ecuador.

3 ADIRLEY QUEIRÓS & JOANA PIMENTA: “LAS IMÁGENES PRECISAN DE UNA REVUELTA”

en: https://desistfilm.com/adirley-queiros-joana-pimenta-imagenes-precisan-de-una-revuelta/

4 Para la última edición de la revista La Rabia, Laura entrevistó a Maria, indagando con más profundidad en estos temas. La entrevistas se encuentra en:

https://larabiacine.com/2023/01/23/una-entrevista-con-maria-rojas-arias-directora-de-abrir-monte-202 1/

5 “Aunque la chagra es un espacio dispuesto por las comunidades indígenas para cultivar, su valor no se limita a su función de proveer alimento. La relación con las plantas cultivadas se piensa en términos de relaciones con seres humanos unidos por la sangre o la afinidad. En este sentido, las actividades asociadas al alimento no se limitan a lo técnico o a lo práctico, sino que son un entramado de prácticas, saberes y comportamientos en las que se repiten interacciones con seres como las plantas, los animales y los minerales, así como con otras entidades, como los dueños espirituales” Tomado de:

https://www.gaiaamazonas.org/noticias/2019-01-14_la-chagra-fuente-de-alimento-sistema-integral-   y-fundamento-de-vida/ .

6 En Colombia, durante el gobierno de Andres Pastrana en 1998, se destinó un terreno de 42 000 kilómetros cuadrados para adelantar un proceso de diálogo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, una guerrilla que por entonces llevaba 34 años. En 2002 el gobierno ordenó la retoma de este territorio por parte de los militares.