1- la trama

“[mi madre]… creía que las escritoras eran unas locas. Tenía razón. Como arañas.”1

Una tarde veo tras la vidriera de una librería de usados “La Plata, mon amour”, de Aurora Venturini. El diseño de tapa de la primera y única edición existente representa un mapa lineal de la ciudad. Unas horas antes había estado revisando casualmente un texto cuyo título evocaba también la obra de Alain Resnais, con guión de Marguerite Duras, “Hiroshima, mon amour”. Era un diario de viaje que discurría sobre la forma de las ciudades, sobre La Plata particularmente, donde la aparente transparencia de un trazado regular, monocorde, escenifica una ilusión óptica, una especie de trampa donde algo pacientemente nos espera. Alguien me dijo alguna vez que de La Plata no se podía salir, que el centro era también un pozo, una boca que nos traga.

El librero comenta que tengo suerte, que es un ejemplar muy raro. Mientras guardo el libro en la mochila, suena mi celular. Me invitan a escribir un artículo sobre alguna escritora platense. Acepto contenta, sin mencionar la coincidencia.

Al día siguiente, unx de lxs entrevistadorxs de “Aurora Venturini, la maldita”, me invita a pasar un tiempo en el Delta del Tigre. Hace años que no hablamos. Creo en las señales, en que hay algo del otro lado, en que lo tocamos con sólo estirar el brazo. Como Aurora, lo que tengo de solitaria lo tengo de creyente.

Ya en el Delta, vuelve la señora. Revuelvo en la pila de libros que hay sobre una mesa, y doy con “Las amigas”. Lo devoro emocionada, sintiéndome cada vez más cerca de la autora. Esa noche veo en youtube el documental “Beatriz Portinari”.

Aurora habla de Rebeca y Ariadna, madre e hija, dos arañitas que vivían en el quicio de su ventana y con las que conversaba. A la hija le gustaba leer. Un día Aurora le muestra un poema de Panchito López Merino, “La araña”. Más tarde, la encuentra aplastada entre sus páginas. Abre el libro frente a cámara y muestra su cadáver. Al perder a Ariadna (Rebeca ya había muerto), recibe el pésame. Dice que es lógico, porque eran su familia. “Cada cual tiene los parientes que puede”, remata. De pronto, noto que algo se mueve sobre el piso. Pienso que es una cucaracha y prendo la luz. Me baja la presión. Una araña de tamaño indescriptible se posa junto al ejemplar de “Las amigas”. Baste decir, que el fenómeno impar, murió.

Aurora creía en los fantasmas, yo también. Su trampa, intuyo, es un guiño, una chanza, una aprobación. Voy a escribir sobre usted que teje la tela como se teje un mapa, como se traza una ciudad.

2- la mujer

 

“Yo de pensar en la barriga me muero de horror. (…) la panza gorda, con algo adentro, siempre me espantó. Seré anormal, pero imaginate la pobre mujer haciendo fuerza, qué espanto.”2

“… tenía unos ochocientos novios. No era ninguna santa. Me parecía una estupidez la virginidad, yo era como las chicas de ahora.”3

“Si una mujer es un intelectual, el hombre tiene un erizamiento, por no poder ser como ella. Si no sabe cocinar, peor.”4

“Tengo para mí que es antihigiénico ayuntarse en pareja ocho horas.”5

Vayamos a la década del ‘40. La Plata. Una joven de 19 años abandona la casa familiar. En su departamento de soltera, escribe poesía. Publica “Versos del recuerdo” (1942), “Corazón de árbol” (1943), “Adiós desde la muerte” (1948), “El anticuario” (1948). Trabaja y se gradúa como profesora en Filosofía y Ciencias de la Educación en la UNLP. Mantiene durante algún tiempo un romance con un profesor que fue, según ella, el amor de su vida; un fracaso, porque el hombre es casado. El escándalo es grande. Aurora quiere ser libre. Publica en diarios y revistas, se codea con el núcleo de intelectuales platenses, con quienes integra Ediciones del Bosque, de la que participan Raúl Amaral, Vicente Barbieri, María Elena Walsh, Julio Molina, Alberto y Horacio Ponce de León y Roberto Themis Speroni, entre otros. En el ‘48 recibe de manos de Borges, el premio Iniciación de la SADE, por su poemario “El solitario” (1951).

Por los mismos años, trabaja como asesora en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, donde conoce a Eva Perón, una que era, según palabras de Aurora, más salvaje que ella. De familia radical, se hace peronista. Comienza a trabajar en la Fundación, y las dos mujeres se hacen amigas. En su lecho de muerte, Evita le pide que le cuente chistes verdes.

Tras la Libertadora, Aurora es encarcelada y torturada durante cuatro días. Al salir, pide prestado unos pesos, consigue un pasaje y se exilia en París. Estudia Psicología en la Sorbona. Publica cinco nuevos poemarios. Va y viene de Francia a Argentina hasta el ‘75. A la poesía, se suman sus libros de narrativa y sus traducciones. Los paga de su bolsillo porque, según confiesa más tarde, le molesta que le digan que no. Conoce a Jean-Paul Sartre y a Simone de Beauvoir, convive con Violette Leduc y trabaja con Ionesco en el teatro. Traduce las obras de Isidore Ducasse, conde de Lautreamont, Rimbaud y Villon, todos “malditos”.

En algún momento se casa con un juez, su primer marido. La escasa mención a sus matrimonios, dos en total, hacen del acontecimiento un accidente. Aurora cuenta que cada vez que la cosa se complica, ella se las pica. Ni gesta críos, ni los adopta. La maternidad, aparentemente, no es una opción. No, Aurora no era “normal”.

La popularidad y un mayor reconocimiento le llegan con “Las primas”, cuando con 85 años recibe el premio a la nueva novela de Página 12. Aurora ya tiene publicados unos 45 títulos. La broma es supina. La “nueva novela” es de la época de Marcelo Torcuato de Alvear. Semejante tardanza sólo puede obedecer a la miopía y al narcisismo de una élite literaria para la cual si el mundo no es plano, lo es Buenos Aires. Pasando la general Paz, el vacío (o la barbarie, para usar una fórmula acorde).

3.  la araña

“Yo no soy muy común, soy una entidad rara que sólo quiere escribir”6

¿Qué se hace cuando se nace diferente? Para Aurora, la diferencia representa un destino, una fatalidad, por descuido o por pecado. La diferencia no como bandera, no como consagración, lejos de la idealización romántica, sino como dato, como constatación de lo real. En distintas entrevistas, Aurora se autodefine como “minusválida manual”, salvaje, maldita, loca, monstruo, alucinada, muy sensible, inútil, superdotada, isleña, solitaria, erizo. En la larga conversación que sostiene con María José Seoane y José Tcherkaski, dice frases como “la muerte se olvidó de mí”, “dios me saltea”, “A mí el Altísimo no me tiene en cuenta. Me hizo por descuido, por eso no me quiere terminar de aceptar”. No hay en estas frases un gesto de suficiencia, ni una muestra de jactancia. En la misma conversación, recuerda la pregunta que le hiciera un niño con síndrome de down: “¿qué hay adentro del espejo?” No supo qué responder, no lo sabe todavía. Aurora entiende que el de la identidad es un asunto difícil. Cuando habla de sus matrimonios, repite que fueron dos desastres. Dice: “Cómo vas a tratar con una persona como yo. Nadie puede”7.

Como Dante, Aurora estuvo en el Infierno. “Yo estuve muerta”8, así lo asegura y va a narrarlo en su novela “Los Rieles”. Tras haber tenido un accidente doméstico en 2011 que la llevó a una larga internación, desciende al averno y, mientras es quemada en una parrilla, ve al Diablo en persona. Poseedora de una profunda fe católica, amiga del padre Mancuso, exorcista de la Arquidiócesis de La Plata, Aurora sabe que “todas las pruebas de Dios son amargas”9. Cuando en “Las Velez”10, Marichú levanta vuelo sobre una escoba, en la habitación de los altares, santidad y brujería se confunden. Al referirse a Santa Teresa, el texto reza: “que el poder le venía de Dios, pero que podía venirle del Diablo”. Se sabe, los santos son hostigados por el mal (y a veces tentados). Aurora cree en los fantasmas, dice haberlos visto, hablado con ellos; una vez, uno la empujó. Como fatalidad, la anomalía es también entonces una maldición. En muchos de sus libros, esta maldición se hace cuerpo, se presenta en su forma evidente, como visión. Toda una comparsa de contrahechos, deficientes, locxs, enanxs, protagonizan estos relatos. La anomalía, lo monstruoso, lo singular, se representa sin ribetes. Aurora nos dice, estoicamente: se nace diferente, “y bueno”. Si el mundo es duro, hay que endurecerse. En sus frases cortantes, definitivas, en sus apreciaciones maledicentes pero sin regodeo, la sobriedad es frugalidad. A una existencia diferente, una representación otra del mundo: el detalle burdo se mezcla en una misma frase con la confirmación de un valor: “Qué buen tipo Jean Paul. Era bizco, pero interesante.”11

¿Y qué rol juega en todo esto la literatura? El principal, porque si hay pecado, hay redención. Como la Yuna Riglos de “Las Primas” que rebasa su dislalia y el cerco de una familia que “no es normal”, gracias a la pintura y luego la escritura, Aurora, a partir de sus cuatro años, da con la puerta de salida del Infierno y se fusiona con Beatrice, esa otra que elegirá como pseudónimo al presentarse en 2007 al concurso de Página 12. Pero el pasaje que propone la literatura, el arte, no es hacia la normalidad. De Yuna, nos dice:

“cuando empieza en Bellas Artes se anima a escribir y anda todo el tiempo con el diccionario, casi casi diría se nivela con un normal. Pero ella no quiere ser normal porque ve toda la miseria de la gente normal”12.

Como recurso, la escritura es también un poder. Mientras Marichú vuela, Aurora escribe. Como Sor Juana, se excusa diciendo no saber hacer otra cosa. La escritura, la literatura, la cruza del otro lado. La diferente ya no es una desvalida. Construye un mundo posible, lo enseña, haciendo de la mirada singular un nuevo modo de habitar. La literatura es la red, la malla que la sostiene. No se sabe en verdad, quién tentó a quién, pero intuyo que antes de que Aurora tramase, la literatura tramaba para ella. El esquema se repite, en eco, más huella que consciencia. Como buena discípula, Aurora aprendió. Acá me tiene, unx entre tantxs lectorxs cautivxs, a pura hilada.

Por Tamara Rutinelli

1    Seoane, María José; Tcherkaski, José. “Aurora Venturini, la maldita. Una larga conversación”. Lugar Editorial. Buenos Aires, 2016.

2     “Quién le tema a Aurora Venturini”, entrevista realizada por Leila Guerriero, en 2012 En: gatopardo.com

3     Entrevista realizada por Liliana Viola, para Página 12, publicada el 09-12-2007. En: pagina12.com.ar

4     Íbídem

5     Venturini, Aurora. “Laura Láinez”. En: “El marido de mi madrastra”. Mondadori. Buenos Aires, 2012.

6     Seoane, María José; Tcherkaski, José. “Aurora Venturini, la maldita. Una larga conversación”. Lugar Editorial. Buenos Aires, 2016.

7     “Quién le tema a Aurora Venturini”, entrevista realizada por Leila Guerriero, en 2012 En: gatopardo.com

8     Entrevista realizada por José María Pallaoro, en 2012. En: poesialaplata.blogspot.com

9     “Quién le tema a Aurora Venturini”, entrevista realizada por Leila Guerriero, en 2012 En: gatopardo.com

10    Venturini, Aurora. “El marido de mi madrastra”. Tusquets. Buenos Aires, 2021.

11    “Quién le tema a Aurora Venturini”, entrevista realizada por Leila Guerriero, en 2012 En: gatopardo.com

12    Entrevista realizada por Silvina Friera, para Página 12, publicada el 01-01-2008. En: pagina12.com.ar