Sobre Sentido de lugar. Ensayos sobre poesía chilena de los territorios sur-patagónicos
(Komorebi Ediciones, 2021).
Denominamos sur a esos lugares que, alejándose de nosotros, ocupan territorios más australes, así la definición se va moviendo según el terreno que pisemos. En lo que se entiende ligeramente como “poesía del sur” ocurre algo similar, es una idea en movimiento, una poesía con un sello territorial quizás, asociado, por ejemplo, a esos climas lluviosos, con ventoleras magníficas y selvas húmedas, con nubes que cruzan el cielo de la teoría configurando constelaciones. Si remontamos en nuestra literatura podríamos comenzar con la épica de Alonso de Ercilla y Pedro de Oña en los bosques de la Araucanía, o pensar en el lamento ecológico de Augusto Winter varios siglos después, en la sensualidad vegetal de Neruda y Juvencio Valle, en el larismo de Rolando Cárdenas o Teillier, o bien situarnos en las últimas décadas para abordar las ideas de “poesía etnocultural”, argumentadas por Iván y Hugo Carrasco, y que de alguna manera prepararon el terreno para lo conocido como “poesía mapuche”, o el concepto de “suralidad” de Riedemann, o la idea de “sentido de lugar” de Mansilla. Acercamientos como los que acabo de nombrar, entre otros, han ido haciendo crecer los anillos concéntricos de una idea-territorio que no termina de construirse ni habitarse, tratando de dar cuenta de los cambios en los modos de coexistir con un lugar poblado de identidades en movimiento.
En su libro Sentido de lugar. Ensayos sobre poesía chilena de los territorios sur-patagónicos, publicado recientemente por la editorial valdiviana Komorebi, Sergio Mansilla Torres define un territorio bastante específico para realizar su merodeo lector y reflexivo:
Este libro está concebido como un viaje imaginativo por los territorios sur-patagónico chilenos y los textos que los representan, desde la selva valdiviana por el norte hasta Tierra del Fuego y sus conexiones fronterizas con Argentina por el extremo sur austral; un viaje por los paisajes, la memoria, las subjetividades hechas de lugares vividos, imaginados, soñados, sufridos también, como indeleble experiencia existencial de los autores (23).
Es de uso común e irreflexivo, el hecho de que, para muchos santiaguinos, todo lo que ocurre al sur de San Bernardo sea “el sur”, y que lo que se escribe allí es “poesía del sur”, de esa manera el maulino Pablo de Rokha o el ñublense Sergio Hernández, son poetas sureños. Y qué decir de la poesía mapuche. Sin querer disputar estas categorías relativas, Mansilla acota su campo objetivo entre la Selva Valdiviana y Tierra del Fuego, a la manera de un lente que le permite enfocar con detalle la experiencia con el habitar, que sostienen o problematizan las poéticas escogidas. En ese itinerario escogido se realizan las lecturas de autorías como Clemente Riedemann, Harry Vollmer, Ramón Quichiyao, Verónica Zondek, Maha Vial, Delia Domínguez, Marlene Bohle, Jaime Huenún, Bernando Colipán, Carlos Trujillo, Milton Rogovin (fotografías), Jorge Velásquez, Ivonne Coñuecar, Christian Formoso, Aristóteles España, entre otras.
Sergio Mansilla es poeta y académico, y como tal, sus preocupaciones pedagógicas hacia la literatura le llevan a profundizar en las bases teóricas desde donde leer y comprender la poesía de los territorios australes, es así como en sus textos introductorios ahonda sobre las ideas de “territorio”, “sentido de lugar”, “no-lugares”, “fonteras”, o ideas más elaboradas como las de “suralidad”, “cronotopo”, “llanuras”, “constelaciones”, “hiperespacio”, aludiendo a tradiciones o estructuras literarias, dejando en claro que son los forados de las fronteras donde ocurre lo interesante de ser observado, la fisura de las construcciones territoriales cerradas en su breve tradición. En los tres primeros ensayos[1] que sirven de introducción, delimita y ahonda en la forma de leer, en cuanto al estilo de la escritura, el propio Mansilla relata:
Las inesperadas dificultades de salud me hicieron concebirlo literalmente como una serena conversación con los libros y sus respectivos autores, en un tono que en algunos momentos está más cerca del paper universitario y en otros más del ensayo y aun de la crónica y la autobiografía (…) Por lo mismo, la idea primera de un libro organizado en capítulos, con una estructura unitaria a partir del despliegue de una hipótesis única o central de lectura, dio paso a una colección de ensayos independientes, aproximaciones más o menos provisionales a problemas teóricos y a obras específicas (29).
Y se hace notar aquello, pues por momentos la lectura ahonda sobre determinadas condiciones de poblamiento, situaciones geográficas, construcciones identitarias, ecología, historia política, anécdotas. De todo ello se va generando un marco narrativo en el cual nos informamos sobre autorías, poéticas, pero también sobre costumbres, procesos sociales y personas, mientras la reflexión procura abrir referentes y erosionar los clichés y lugares comunes que se instalan como categorías dominantes sobre la poesía del sur, basadas principalmente en prejuicios e ignorancia. En el mismo sentido, un aspecto de método en el abordaje de algunas obras es la descripción de lo que NO es una determinada poética, en ese aspecto da la impresión que el autor lucha contra preconceptos repetidos sin reflexión o prejuicios de la percepción hacia ciertos fenómenos, de esa manera las emprende contra ideas fijas de la cultura nacional, como lo es relacionar toda poesía escrita en el sur con el larismo, o toda obra en la cual aparece el paisaje con una mirada romántica burguesa, y así, lo que no es a veces toma protagonismo, ya que la cantidad de juicios emitidos desde el desconocimiento parecen interminables.
Uno de los hilos conductores que atraviesan las diversas escrituras y registros, es la persistente pregunta de Mansilla sobre las conformaciones de identidades:
No deja de ser llamativo que los poetas que por nacimiento o adopción hayan hecho de los territorios sur-patagónicos su morada vital y su espacio discursivo, desde diversas perspectivas se ocupen de los paisajes, de los entornos espaciales –geográficos o abiertamente alegóricos–, y de sus habitantes, de ayer y de ahora (en rigor, de las subjetividades que dialogan y se correlacionan con el paisaje y las memorias locales), materias fundantes de sus respectivas arquitecturas literarias (100).
TEORÍA Y CONSTELACIONES
En su ensayo El abandono de las palabras, George Steiner se queja de que el lenguaje de la ciencia ha ido invadiendo otras áreas del conocimiento, de manera que se copian analogías exitosas o se piden prestados términos de ella, generalmente por las ciencias sociales, para generar una sensación de exactitud y predictibilidad. El campo cultural es un caso, o más precisamente la idea de campo, que proviene de la física. Hay campos gravitacionales, electromagnéticos, regiones del espacio donde interactúan fuerzas. Si se pone una manzana en campo gravitacional, ella “caerá”. Si un electrón pasa por un campo magnético, será desviado.
Si la idea de campos permite explicar movimientos materiales e influencias recíprocas en el espacio, la idea de campos culturales en Bourdieu supone “un campo de fuerzas que actúan sobre todos los que entran a ese espacio y de maneras diferentes según la posición que ocupan en él (…) a la vez que un campo de luchas que procuran transformar ese campo de fuerzas”. De allí Mansilla propone la idea de llanura y de frontera literaria, como un sistema de atracciones y rechazos que marcan diferencias en el campo literario. En el ensayo El sentido de lugar en la poesía, propone una suerte de hiperespacio:
Sería mejor representar el campo literario como una constelación de llanuras de diversas dimensiones, superpuestas unas, tensamente ensambladas otras, conflictivamente confrontadas las más, con fuerzas encontradas en su interior, lo que implica la interacción de campos de fuerzas múltiples, una especie de “hiperespacio” (57).
También explora la analogía de campo con llanura, llegando inevitablemente a la idea de los cercos y los problemas fronterizos. Esa mala costumbre de correr los cercos de los terrenos, llevada al campo cultural, explicaría varias diferencias críticas que causan polémicas en la constelación. La idea de constelación es desarrollada en nuestro panorama nacional por el poeta (A. Bresky) y académico Alonso Nordenflycht[2] para referirse a poetas que se establecieron en Valparaíso para darle un sinfín de interrelaciones que repercutieron en la poesía de la zona. Figuras individuales que transitan por las definiciones generacionales o grupales, fracturándolas y dando nacimiento a nuevos racimos. Entre los varios acercamientos a la idea de sentido de lugar en el libro reseñado, destacaría la siguiente:
Así pues, el “sentido de lugar” es una forma de ser textual que hace que la poesía provea al lector de una cierta experiencia de lugar precisamente por la capacidad evocadora y representacional del lenguaje poético, de manera que el lugar se torna escena de subjetividad, o mejor, subjetividad en escena, tanto como mapa simbólico de un locus preexistente a la operación de textualización y posterior decodificación lectora (49).
En los primeros capítulos del libro, conformado por los ensayos El “sentido de lugar” en la poesía y De lugares y no-lugares en la “suralidad” poética, establece las coordenadas teóricas que luego usará para su exploración de los capítulos interiores por el campo y la ciudad en Valdivia, por lo germánico y lo huilliche, por las islas de Chiloé, los vientos de Aysén, llegando al fin del mundo en la Patagonia austral.
MÁS ALLÁ DE LO LITERARIO
Otro aspecto notable de este libro es la integración de otras áreas del conocimiento para expandir aquello que comienza en la literatura, para luego adentrarse en otras aristas de la realidad. Por ejemplo, largos pasajes se pueden leer desde la historia política, o desde el estudio de las migraciones, o desde los aspectos sociológicos que conforman identidades en distintos territorios, y que son narrados a partir de alguna poética. De esa manera el autor profundiza en procesos como la colonización de las tierras australes, los desplazamientos geográficos producto de invasiones militares, o producto de desastres naturales, los incendios que casi acaban con la selva valdiviana en pos de la idea de progreso, las migraciones de los chilotes hacia la Patagonia y Argentina, los genocidios de los nómades del mar y de los cazadores selknam en el límite austral del territorio nacional, el racismo heredado de las colonizaciones. O bien nos enteramos sobre procesos como el establecimiento de campos de prisioneros, de la instalación del neoliberalismo en Chile y su impacto sobre la naturaleza y los pueblos que habitaron originariamente esos lugares, llegando a analizar temas puntuales como el sistema de salud en nuestros días o descripciones geográficas, así como la explicación de toponimias. Da la impresión de que el autor quiere emprender una obra enciclopédica, en que se ahonda en las causas de los fenómenos que de alguna manera aparecerán en el lenguaje.
En cierto sentido, sobre el libro de Mansilla se podría decir lo que él menciona sobre el libro Guaitecas de Jorge Velásquez: “El volumen se propone como un libro de viajes: un libro de exploración y reconocimiento de lugares que dan paso a un cierto nomadismo en la geografía y en la historia. El viaje es por los lugares y por la memoria de los lugares.”
Un texto que se desmarca un poco del análisis territorial, o bien lo expande, es el ensayo sobre la poeta y actriz valdiviana Maha Vial, en particular sobre su poesía sobre la enfermedad y los hospitales. Un texto clave en cuanto el discurso se va desde el espacio geográfico para concentrarse en el espacio del cuerpo enfermo y en el hospital que lo contiene. La poeta, recientemente fallecida, explora imágenes y sensaciones de la enfermedad y en ello hace mucho sentido diferenciar “sentido de lugar” de “territorio”, ya que la idea de lugar permite estas inclusiones temáticas, cuando el lugar es el cuerpo, acotado sus fronteras con el “país de los sanos”.
Cuando el autor se refiere a la Patagonia Norte, es quizás cuando más difícil le es hallar ese sustrato identitario, ya sea por la reciente colonización de aquellos lugares, como por la carga estereotípica que la política de nacionalizar las provincias, impone. Dice el autor: “…al menos, una parte de la poesía de Aysén en que la lucha por la universalidad se manifiesta como una reacción ante los localismos estereotipados que presionan para que los poetas se adscriban a marcas identitarias prefabricadas”. Acá toca un tema sensible que es lo folclórico desarrollado como un guion comercial, ya sin un sustrato vital y la paradoja de buscar la universalidad para huir de un localismo que reduce las imágenes a un set pensado para satisfacer una predeterminada narrativa territorial.
Otro ensayo que sobresale, no solo porque no habla de alguna poética específica, es el que desarrolla la idea de la diáspora chilota, principalmente hacia la Patagonia, en ese texto Mansilla acude a la memoria de la infancia para ejemplificar un estado de abandono de la isla, que se dio hasta mediados de la década del 70. La prosa en que está escrito evoca el abandono de su tierra natal, tocada por la promesa de una vida más fácil en cuanto conseguir dinero en tierras lejanas, que la ausencia vuelve míticas. Ese lugar abandonado, la isla de Chiloé, posteriormente es abierto a los capitales para explotarlo desde el punto de vista de los recursos (bosque, mar, campos, subsuelo). De esa manera, un mundo fantasma, aunque pletórico de naturaleza generosa, se va desangrando y vaciándose ahora en términos identitarios, dando cuenta en su bella narración, lo que el autor menciona al hablar de la poesía de Jorge Velásquez: “Es la ley del Progreso, de la globalización económica, que reclama para sí la propiedad y el control de la cotidianeidad y de los modos de ser, de sentir, así haya que remover por la fuerza obstáculos naturales y humanos. El ángel del Progreso no hace concesiones”.
FRONTERAS
En el año 2002 o 2003, asistí a una Feria del libro en Puerto Montt, por entonces vivía en San Felipe, donde editaba una revista y colaboraba con Ediciones Casa de Barro. En algún momento de la feria, entre las presentaciones de libros, conversamos brevemente con Sergio Mansilla, quien realizó una lectura que me impresionó por su claridad y por la apertura de temas que significaba para mí, relacionar poéticas con fenómenos de la antropología o la historia. Recuerdo que le pasé algún ejemplar de la revista La piedra de la locura, que por entonces editaba, y él me pasó en trueque un ejemplar de su ensayo Identidades culturales en crisis: versiones y perversiones sobre nosotros y los otros, editado por la SEREMI de educación de la región de Los Lagos. Ese libro lo llevé de vuelta a San Felipe y circuló de mano en mano entre los poetas de Aconcagua, y fue una especie de preludio a temas que luego se pondrían de moda, como la poesía etnocultural, las identidades, la vinculación con la otredad. Me gusta recordar ese gesto del libro que circula y despierta temas, quizás una manera efectiva de infiltrar fronteras, dotarlas de porosidades donde puede germinar una duda, para así dar cuenta de nuevos relatos.
[1]Los lugares hablan en metáforas; El “sentido de lugar” en la poesía. Notas para una discusión; De lugares y no-lugares en la “suralidad” poética.
[2] “De manera análoga, creemos que las entidades culturales locales llegan a ser las discontinuidades de la centralidad nacional homogeneizante, cuyas historias se articulan en dispositivos discontinuos, constelaciones, de comunidades que como señala Anderson deben distinguirse “por el estilo con el que son imaginadas” (1993:24). Estilo que, para el caso de las determinaciones territoriales regionales o locales, proviene de las prácticas del imaginario espacial (De Certeau, 2000:103-115), que las instaura y constituye. (…) La metáfora de la constelación ha sido empleada en distintas disciplinas y por diversos autores (Levi Strauss, Adorno, Maffesoli, Durand, etc.). Aquí, la retomamos como una herramienta que permite articular discontinuidades, dado que teniendo un carácter abierto (la constelación se configura desde la mirada del observador) resulta eficiente como figura de base, plausible aunque inestable, para reconocer los flujos, yuxtaposiciones y entre-cruzamientos de los discursos literarios en que se sustancia el imaginario local.” (Valparaíso, Poéticas Fundacionales: Gonzalo Rojas, Pablo Neruda Y Pablo De Rokha. Adolfo de Nordenflycht Bresky).
Por Felipe Moncada Mijic
Sentido de Lugar. Ensayos sobre poesía chilena de los territorios sur-patagónicos
Sergio Mansilla Torrres
Komorebi Ediciones
2021
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