“La conciencia surge en la huella de un recuerdo, del impulso tanático y de la degradación de la vivencia”
Sigmund Freud
“Cuando un cuerpo descubre la utilidad común junto con otros, engendra un saber que va más allá de sí mismo.
Las nociones comunes son experiencias cognitivas, inmediatamente insurgentes”
Diego Sztulwark
La realización de los trabajos que componen la muestra NIEBLAS DEL CONSCIENTE comienza con la reunión de fotos, recortes, y/o screenshot a la manera de un “banco visual” que Juán, Anibal y Rodrigo van creando, intercambiando e interviniendo. Así, a medida que el banco inicial y los primeros bocetos realizados se van pasando y sucediendo, se componen referencias que podríamos nombrar como “marcadores senso-afectivos”, que posibilitan y disparan la composición de las posteriores pinturas de cada uno en un formato mayor. Podríamos aventurar que lo que la puesta en circulación y el intercambio de las referencias iniciales torna posible, 1) es la composición de una “percepción múltiple compartida”, en la cual convergerían las tres miradas de análisis de la realidad y que al mismo tiempo son la mirada de cada uno. Y, 2) que esos diálogos que se van armando con la velocidad del retazo, del boceto, y que se llevan puesto -en cada tránsito e intercambio- restos pictóricos de lo personal -y que en cada pasaje se descontextualizan y rearticulan- terminan por componer así una deriva creativa que contiene en sí misma la cifra y experiencia de los tres en cada uno.
Es así que la representación de aquello que nombramos como lo cotidiano iría mediada -y a la vez compuesta- por las miradas en conjunto de los tres. Una apuesta por lo común desde lo perceptivo, lo sensorial y lo ensoñado que de la mano de materialidades mínimas componen un “bricolaje hechizo” o de confección casera, que narra y pone en crisis lo real y desde la cual, en cada proceso de creación individual, se llevaría a cabo desde ese subconsciente colectivo hacia la delimitación de cada área, donde la puesta en común de lo propio estaría en cada creación. Se indistingue así el adentro del afuera, tanto en la circulación impropia de las referencias o “marcadores sensibles”, como de cada cuadro propio que se podría ver como una creación en colectivo desde dicha percepción. De esta forma los cuadros se dividen en tres áreas: “Vigilia”, “Estado Hipnagógico” y “Sueño” que cada uno va abordando, delimitando y poniendo en diálogo y en común aquello que es colectivo, en un sentido de “multiplicidad que se despliega más allá de la persona y más acá de los afectos” [Félix Guattari “Caosmosis”]
Una percepción o una interpretación de la realidad que en su traducción pictórica reune en sí misma la comunicación, la mirada y el intercambio de los tres ojos. Esta conjunción o continuo, donde solo es posible el diálogo a condición de borronear, malinterpretar o descontextualizar se desliza hacia un entrelazamiento de lenguajes, materialidades, contrabandos que prescinden de todo “razonamiento teleológico”. Es ante todo expresión, gesto, contacto y conjunción, un juego de distancias que evita cualquier blanqueamiento o desaparición de las relaciones entre lo real y lo virtual, lo representado y lo otro-posible en pos de toda turbulencia, una interacción des-funcional a ras que va atrevazando fronteras y capas.
Los colores, las brumas y siluetas desperfiladas nos indican acaso la posibilidad de componer una relación [o “agenciamiento” diría Deleuze] donde las presencias se muestran como vestigios de algo que pasa en cada tránsito, desde lo representado en la vigilia, pasando por un estado de ensoñación o somnolencia, hasta las pulsiones y deseos que se construyen y disparan durante el sueño. Evitando toda relación comunicativa, más bien habría que entender en este trabajo conjunto una “resonancia intensiva” [Suely Rolnik “Esferas de la insurrección”], un continuo experimental y experiencial alucinatorio, donde no habría distinción posible entre un adentro y un afuera de la representación, puesto que se sucederían procesos simultáneos de elaboración a nivel “glocal” que constantemente destituyen y descontextualizan lo personal, lo individual, lo propio. Encuentros, contrabandos y disensos que evitan toda totalización, uniformización o cierre perceptual puesto que para Anibal, Rodrigo y Juan, no existe percepción que no esté “siempre-ya-en-diálogo”, en conjunción con otras y otros.
Y es que a diario transitamos por nuestro cotidiano seguros de lo que somos. Esto gracias a que vivimos día a día como sujetos en un doble sentido: sujetos en tanto que persona, individuo, nombre propio, dirección, sexo, clase, raza. Pero también como “sujetados” -o aprehendidos- precisamente por todas esas anteriores dimensiones y elementos que componen nuestra subjetividad. Sin embargo, basta un pequeño desajuste en eso que llamamos nuestro cotidiano -que alguien decida no pagar el pasaje del metro, por ejemplo- para que la realidad de la que tan a gusto y seguros nos sentíamos de formar parte, se muestre en lo que contiene de más visceral: la fragilidad y precariedad que sujeta, compone y moldea nuestras existencias y que -más aún- repetitivamente pueden no necesariamente tener una traducción inmediata, con respecto a aquello que nos sucede y se sucede delante de nuestra vista. Un pequeño desajuste, una leve corrida del velo de lo cotidiano, entonces, que expone lo ominoso del malestar que derrama por detrás de toda concesión que realizamos con la realdiad, en pos de continuar aislados con nuestras vidas diarias.
Y es ese desajuste el que se proponen Juán, Anibal y Rodrigo con NIEBLAS DEL CONSCIENTE. Una apuesta por lo común, por la posibilidad de realizar procesos creativos, estéticos y metodológicos múltiples, poniendo en colectivo percepciones, miradas, malestares, sensaciones, sueños y pesadillas, donde la posibilidad de deshabilitar la norma del “sujeto“ -en tanto que dispositivo de control- significa una búsqueda por esos desajustes que destraban la posibilidad de “agenciamiento” [Deleuze] y generar así planos sobre los cuales se abren diferentes “procesos de subjetivación” [Guattari], otros devenires, otros mundos posibles, otros espacio-tiempos que son siempre en y con lo que tienen de común unidad. Una mezcla de percepciones, materialidades y procesos que posibilitan la mirada en conjunto para llevara acabo la anulación del “yo” y que despliega todo el potencial de lo colectivo.
por Daniela Barriga (Cine Club Proyección) y Nicolás González (Colectivo Vitrina Dystópica)