El fin de año trae consigo la aparición de las acostumbradas listas de mejores publicaciones. ¿Discutibles? Qué duda cabe. Sobre todo porque, también como de costumbre, la poesía figura a duras penas –o si es que– entre los títulos. ¿Es que acaso la sobrerrepresentación de la narrativa lo hizo otra vez? Probablemente, aunque, ante el vacío, como lectora de poesía me es inevitable reflexionar sobre la vastedad y calidad de las obras pertenecientes al género publicadas durante el año. Sin tener datos precisos y solo tomando en cuenta los libros leídos y las novedades de algunas editoriales (chilenas) con un sólido catálogo en el área, podría aventurarme a contar alrededor de 60 títulos. Me animo a escoger algunos de ellos como un acto de reivindicación al empeño por escribir poemas que nos hacen estallar desde el silencio. Van mis favoritos del año. ¿Discutibles? Qué duda cabe.

Antes de comenzar, vale una aclaración esencial: esta lista surge de lecturas compartidas con amigues y no puedo decir que sea especialmente exhaustiva. Sobran razones por las que algunos libros no llegaron a nuestras manos y, ante esto, hago explícita la plena consciencia de que las últimas publicaciones de Leonor Olmos, Damsi Figueroa o Jaime Huenún, solo por nombrar algunos ejemplos, podrían haber formado parte de esta lista y no están. Por la urgencia de descentralizar la cultura en todas sus formas menciono esta como una causa no menor. Esperamos contar con la posibilidad de expandir nuestro radio de lecturas el siguiente año.

Para la elaboración de este listado, se distingue entre obras inéditas y libros que recopilan, traducen o reeditan contenidos ya publicados. Este último criterio me parece esencial de relevar, pues destaca la labor de proyección y selección de textos “probados” para abrir nuevos sentidos de lectura, dialogantes con los distintos procesos sociales que nos atañen.

*Los libros serán dispuestos de manera cronológica para evitar la idea de un orden valorativo.

 

Inéditos 2021

presunta desgracia, Catherina Campillay (Libros del Pez Espiral). Poemas breves, sin nombre. Fragmentos, casi. La obra se construye a partir de evidencias que trazan un andar errante en busca de respuestas. Son identidades, cuerpos y rastros perdidos que se traducen en pausa para quienes se quedan suspendidos en un tiempo otro, que solo sabe de inicio y se resiste al olvido. Tomando casos reales de extravíos sin resolución, la autora utiliza una voz poética objetivista que crea imágenes conmovedoras alrededor de la búsqueda. De este modo, este primer libro se yergue como una invitación a volver sobre cientos de historias anónimas cuyos testigos no descansan, obligándonos a ver en desnudez el silencio y la impunidad. 

Un libro que no existe, Gustavo Barrera (Provincianos). En un libro que marca veinte años de trayectoria, Barrera toma elementos que, si bien hemos visto en libros anteriores, aparecen retorcidos. El conjunto está marcado por esa voz desafectada, irónica y, a ratos, de un solapado sentido del humor con que el autor ha construido gran parte de su obra, esta vez examinando el horror de la saga familiar chilena. Un libro lleno de ritmos intercalados, juegos con estructuras lingüísticas y esquemas de rima que avanzan hacia un metatexto que termina por construir un gran horror de la identidad.

Elogio del odio, Marina Arrate (Garceta Ediciones). Hay una voluntad en la obra de Arrate por inclinarse a la indefinición, a lo abierto y a lo equívoco, una característica que puede apreciarse en el peso que tienen el símbolo y la imagen en su escritura. Elogio del odio continúa ampliando una obra iniciada en los ochenta, formulando una punzante evocación donde lo erótico y el deseo de venganza se sirven de mitos y leyendas para construir una crítica sobre el espacio y el cuerpo lejos de toda obviedad. La voz se recorre a sí misma y al territorio mediante espasmos violentos y luminosos: “(así se destruye la belleza cuando / no es justa)”.

Pueblos de tacto, Francisco Cardemil (Gramaje). La obra nos hace testigos del desplazamiento de una joven voz principal por distintas zonas del valle central. El autor construye imágenes que nos remiten a este espacio geográfico sin limitarse a describirlos, sino que crea un ambiente que deslumbra por su belleza y a la vez inquieta por lo que esconde. A partir de este gesto, el primer libro de Cardemil sugiere el enfrentamiento con elementos ineludibles de nuestra idiosincrasia: la cultura de la omisión y la naturalización del trauma. Mediante un diestro manejo del lenguaje figurado, el abuso, la violencia y el desarraigo quedan expuestos de manera brutalmente bella y honesta.

Animales distantes, Nadia Prado (Overol). Quizás es por sentir un dolor no cognoscible, no racionalizable, que la tortura y la precariedad se vuelven animales, o quizás no, quizás lo animal es un espacio que la hablante está dispuesta a encontrar, o la forma en que enfrenta su parentesco. Prado teje en este libro un profundo devenir poemático que indaga y teje el recuerdo familiar con el cuerpo y su experimentación del dolor como soporte. Aquí es el lenguaje el que sorprende y el que, ante la oscuridad, da pequeños destellos de luz manteniéndose en su propio umbral.

Resonancias magnéticas, Samuel Espíndola (Libros del Pez Espiral). Basado en el imaginario de la mítica serie Twin Peaks, el primer libro del autor explora distintas dimensiones del mal, dejándonos ver que este gravita transversalmente tanto en la realidad como en la ficción. Su gran fortaleza es lograr anclarse a la serie sin mermar la experiencia de lectura de quienes no han tenido ocasión de verla, pues abre las imágenes que apelan a referentes locales vivos en nuestra memoria. Violencia siempre dolorosa y, en muchos casos, injustamente reparada. Claves que con destreza Espíndola toma y transforma en una sensación oscura que gracias a un vasto manejo del lenguaje poético nos sumerge en nebulosas sin duda escalofriantes. 

Teoría del polen, Victoria Ramírez (Provincianos). El segundo libro de Ramírez se aleja en parte de las técnicas y los registros íntimos de Magnolios (2019) para construir una voz más distante, pero con una precisión que se aproxima a lo científico para acercarse a las plantas como sujetas de estudio. Sin embargo, esta aproximación apoyada en estructuras versales variables que juegan con su propia construcción en la página, terminan por conformar un texto posicionado política y comunitariamente ante la crisis climática sin llegar a ser nunca un panfleto.

Menciones

Caudal, Catalina Ríos (Provincianos)

Publiguías, Manuel Boher (Overol)

Horario mall, Camilo Norambuena (Oxímoron) 

Gestos para olvidar la costumbre, Sebastián Herrera (Bisturí 10) 

 

 

Reediciones

Cuaderno de deportes, Elvira Hernández (Provincianos). Once años después de su primera publicación, esta reedición coincide con el desarrollo de los polémicos Juegos Olímpicos de Tokio y posiciona nuevamente a Hernández como una de las autoras más innovadoras de nuestra literatura, no solo en términos estilísticos, sino también temáticos. En esta obra, el centro está puesto en un imaginario helénico conectado al culto al cuerpo y la violencia subyacente a las prácticas deportivas, lo cual es visto bajo la particular óptica de Hernández, siempre irónica, sagaz y contemporánea.

Este es el bosque, Eunice Odio (La Pollera). Esta selección de 25 poemas realizada por Vicente Undurraga —quien además nos aporta una iluminadora introducción—, es suficiente para comprender la magnitud de su obra y la necesidad de su circulación. Una escritura radical que, sin recurrir a oscurantismos gratuitos, logra abrirse a algo que no puede asirse fácilmente, un espacio indeterminado en que las imágenes destellan o relampaguean con fuerza.

Mi felicidad, Mary Ruefle (Lecturas Ediciones). En traducción del poeta Sebastián Gómez, la obra de Mary Ruefle se abre paso con su peculiar sentido del humor y la tragedia en nuestras librerías. Ruefle, una de las poetas más destacadas de Estados Unidos, muestra aquí un abanico que nos sumerge en el poder de la imaginación, de lo inesperado. No es una poesía que busque verosimilitud ni abogue por demostrarse informada, sino que se ancla en la capacidad de las imágenes y de las anécdotas para decir, sin caer por eso en lo banal.

Tú calas, Alejandra del Río (Aparte). Con una trayectoria incuestionable, Alejandra del Río reúne aquí los poemas de amor que han aparecido a lo largo de sus libros, sumando, además, algunos inéditos. Esta antología nos muestra a una poeta a la vez insistente y dinámica, una escritura que no se estanca y que se vale de una gran variedad de técnicas y procesos para perseguirse a sí misma, intuitivamente, haciendo de sus hermetismos y claridades, puntos de fortaleza.

La mujer gallina, Karo Castro (Libros del Pez Espiral). Tomando la voz desgarrada de Corina Lemunao, tristemente conocida como la “mujer gallina” tras haber sido rescatada de su encierro en un gallinero a principios de la década de los noventa, Castro logra dar forma y lenguaje a su traumática experiencia vital, otorgándole una dignidad y reivindicación tremendamente necesarias a través de versos desgarradores y hermosos que develan cuánta humanidad nos falta aún por conseguir.

La bestia ser, Susana Villalba (Bisturí 10). Este libro fue publicado originalmente en Argentina en 2018 siendo merecedor del Premio Nacional de Poesía. Tejido como un conjunto que examina la otredad desde lo no-humano, los poemas se muestran como monólogos dialogantes entre un perro, un árbol y una piedra. La intensidad del imaginario de Villalba y su maestría en el uso del verso corto en poemas de gran extensión, reaparecen aquí sumados a una exploración de lenguajes y pensamientos ajenos a lo humano que no pueden sino remecer y conmover.

Poemas místicos de Al-Hallaj (Lecturas Ediciones). En las excelentes versiones de la reconocida poeta Soledad Fariña, estos poemas clásicos de la literatura mística sufí cobran nueva vida para que los recorramos. Versos cargados de símbolos, reflexiones, a veces impresionantemente directos y otras esforzándose por decir desde la ambigüedad, hacen de este libro un imprescindible. A esto se suma un prólogo en que Fariña nos introduce en el mundo del poeta y de su filosofía, nos toma de la mano para guiarnos en el “pensamiento que es poesía” que está detrás de esta intensidad espiritual que los años no han languidecido.

Por Camila Hormazábal M.