A la luz de “Hilando en la memoria. 7 mujeres mapuche de Editorial Cuarto Propio” y “Kümedungun/Kümewirin. Antología poética de mujeres mapuche (siglos xx-xxi) de la Editorial LOM” quisiera compartirles mis visiones sobre los dos títulos mencionados.

Qué importante es para la mujer, la memoria, nos dice la poeta Maribel Mora, en su literatura lucen los recuerdos de la poesía escrita por mujeres. Una memoria que viene del sur, de su tüwün, de su küpalm, de los árboles, de los ancestres que la vieron crecer y ¿Por qué no? Si cada una de ellas está intersectada, la invasión, el recuerdo ancestral, la violencia hacia las mujeres. No al azar Graciela Huinao, nos recuerda el colonialismo que vivieron un grupo de putas que estuvieron alrededor del fogón empapando de fritura dulce, los relatos de los abuelos y abuelas que cargaban la memoria intergeneracional en las comunidades a través de la oralidad.

Una oralidad, marcada por el Mapu y la espiritualidad que existe en este. El püllü que habla con el az, nos dice tiernamente María Isabel Lara Millapan, el üllkantu o el canto con la experiencia estética de la naturaleza. Mujer tierra, territorio, el canto que nos hace cantar en ella o en el Mapu, en donde “estoy yo” mientras “Yo soy- estoy” o iñche en mapudungun. A esta experiencia la llamamos poesía, a los pewmas o sueños que nos invitan a conocer el lenguaje del espíritu o del alma que siente y escucha.

Porque no hay poeta mapuche, que soslaye la sensualidad, la sexualidad de su palabra en libertad como una creadora. Una de ellas, Faumelisa Manquepillan, una artista de ella misma y del mundo en sus letras, su propio mundo, sus propios ojos, su sexualidad libre, las ventanas abiertas a todo lo que pueda explorar.

Una mujer, que también es niña y abuela. La niña y el niño interno de María Teresa Panchillo, el guerrero Leftraru que cabalga y llega a caballo dejando mensajes  de otros tiempos, en donde se critica la vida para hacer la vida. La poesía de los espíritus y los konas del alma espiritual que claman la lucha o el weichan, un pueblo que transmite a través de ella mensajes pasados, compartidos en los sueños de la libertad y que marca a algunas sujetas para comunicar la liberación, en tejidos de lanas de ovejas sureñas.

Toda la fuerza de la palabra, la pasión entre el cielo y la tierra, dos espíritus que piden a gritos ser escuchados. Nos dice la poesía de Adriana Paredes Pinda con intensidad. Una mezcla de fuerza o newenes del volcán que rugen similar a el brote de las flores en el mapu, un mapudungun que se conecta con el castellano para irradiar con rabia las voces del cielo que la toman a gritos para que sea su hija, un püllü implorando la poesía, el üllkantu para seguir viviendo.

¿Y cómo vivir sin cuerpo, si no somos solo espíritu? Me imagino que Roxana Miranda, se lo preguntó y nos dejó clara la intención de la pasión y el deseo libre de la palabra que, como una prostituta viola toda la carne de una poesía sin nombre, que solo avanza hacia dónde la quieran escuchar. Ella deja que la serpiente trepe adonde quiera ir sin tapujos, sin moral.

Por todos estos motivos no me atrevería a destacar solo una definición para la poesía hecha por mujeres mapuche, tampoco las dejaría a todas en la misma forma, ni menos en la pureza de pensar una oralidad absoluta. Si concuerdo con la posibilidad de una concepción expresiva de distintas poéticas que surgen a partir de un deseo de comunicar sus distintas realidades que, concluyen en las diferencias generacionales de cada una de las escritoras mencionadas.

Por este motivo pienso que la escritura se transforma en un espacio de resistencia o, más bien, en un territorio de descolonización cultural, en donde la mujer y su escritura poética mapuche femenina, es un lugar de territorialidad subjetiva que dialoga con la universalidad en la diferencia.

Entre estas diferencias existentes entre la escritura definida como de mujeres o feminista, está el mapudungun y la frontera del castellano, como un diálogo champurria popular femenino, el territorio, como cuerpo escritural subjetivo y la palabra, lejana a la métrica y a la técnica que sin dejar de ser rigurosa, expresa la belleza de decir lo que se siente.

Mientras que en la poesía de poetas chilenas o no indígenas en general, están las subjetividades que la construyen, al menos en las antologías mencionadas están presentes las relaciones con la cosmovisión, la espiritualidad, la comunicación de lo que se siente, el decir de los ancestres, el territorio cultural marcado por el tüwün y el küpalm, dos conceptos no existentes en la sociedad chilena.

También sumaría la heterogeneidad que la construye para comunicar las demandas mapuches de parte de sujetas que llevan dentro de sí, distintas identidades pero también distintas experiencias de vida que las hacen comunicar y construir una literatura particular en cada une de sus “iñche’s”. Sin duda, la poesía, al igual que la espiritualidad ceremonial mapuche, es un abanico de diferencias construidos en los distintos territorios identitarios que difícilmente culminará o al menos dejará de parecernos un espacio homogéneo porque es tan distinto como el lugar que se sitúe.

Para bien o para mal, nos queda como legado continuo el racismo que cada una de ellas promulga y que sin duda, quedará por mucho tiempo mientras no se transformen las subjetividades y los imaginarios que se siguen fomentando. 

También nos quedarán como legados las diferencias situadas en cada una de las nuevas versiones poéticas que se actualizarán, al igual como se ha adaptado un pueblo en la cultura, que crece y florece en cada lugar que deja una semilla en la territorialidad que la construye. 

 

Bibliografía

Falabella, S. Ramay, A. y Huinao, G. Edit. (2006) Hilando en la memoria. 7 mujeres mapuche. Editorial Cuarto Propio, 1° Edición, Chile. Digital. 

Mora, M. y Moraga, F. (2010) Kümedungun/Kümewirin. Antología poética de mujeres mapuche (siglos xx- xxi) Editorial LOM. Digital.

 

Por Marjorie Huaiqui

Fotografía de Álvaro de la Fuente. Proyecto Diálogo Retrato Literario Indígena