Cuando se piensa el corpus de la poesía de los noventa, se suelen incluir nombres predefinidos por la construcción histórica del canon, que incluye poéticas heterogéneas con un rasgo en común: pueden ser leídas como una vanguardia. En ellas, se detecta un claro abandono del lirismo, la incorporación del habla y, en este sentido, un lenguaje más coloquial, al mismo tiempo que se prioriza el referente realista y, por este motivo, predomina la imagen frente a la metáfora.

¿Qué espacio ocupa la obra del cordobés Vicente Luy en el campo poético argentino? En principio, no forma parte de lo que conocemos como poesía de los noventa o habitualmente no es considerado un integrante de la misma. El poeta publica su primer libro Caricatura de un enfermo de amor en 1991, pero todavía mantiene una voz profundamente influenciada por su abuelo Juan Larrea y César Vallejo. Recién en 1999, a finales de la década, aparece La vida en Córdoba, donde irrumpe el tono definitivo de la poesía de Luy. Nacido en 1961, el autor comparte generación con, por ejemplo, Daniel García Helder.

Podría arriesgarse que el ensayo de García Helder “El neobarroco en la Argentina” (1987) presenta rasgos del género textual “manifiesto”, en tanto discute una poética y propone, con su negación, otro camino para la escritura. Según Carlos Mangone y Jorge Warley, un manifiesto “es literatura de combate. Emergencia de una vanguardia, política, artística, social. Al mismo tiempo que se da a conocer, enjuicia sin matices un estado de cosas presente; fingiendo describir prescribe, aparentando enunciar denuncia” (1994: 9). En este sentido, el texto de García Helder trata de clausurar una estética que considera problemática. La poesía de los noventa, entonces, aparecería como un efecto a partir de una puesta en acción de ideas poéticas renovadoras para el campo literario argentino. En esta misma dirección ingresa la obra de Luy.

En su artículo “Más allá del objetivismo: relecturas de la historización de la poesía de los ’90” (2017), Fernando Bogado observa que la obra de Luy, junto a las de Hernán y Osvaldo Vigna, también miembros del colectivo Los Verbonautas, serían “escrituras marginales” (24). Pero más que una marginación, hay una circulación paralela. Antes que en las revistas y las editoriales, sus circuitos estuvieron más vinculados a la presencia escénica en contextos ligados a la música de rock. Es por eso que, más allá de las posiciones y discusiones estéticas, no encontramos ninguna mención a estos autores en medios especializados como Diario de poesía, Hablar de poesía o La novia de Tyson, por mencionar algunos. Tampoco son publicados, como se dijo antes, por editoriales como Belleza y Felicidad, Libros de Tierra Firme, Siesta, VOX, Del Diego, etc. Como propone Martín Baigorria en su artículo “De los noventa a la actualidad: nuevas apuestas entre la poesía y la prosa” (2021):

Tal vez el año 2010, con la publicación de El libro de las formas que se hunden de Mario Ortiz, haya sido el último momento de los noventa como experiencia estético-generacional; a partir de esa fecha ya no se da tanto la irrupción de nuevos proyectos literarios, sino más bien la continuidad de obras iniciadas diez, quince o veinte años atrás.


Siguiendo esta periodización, se puede incluir toda la obra de Luy dentro de la categoría de análisis “poesía de los noventa”. A sus libros ya nombrados, hay que sumar Poesía moderna (2000), Aviones (2002), No le pidan peras a Cuper (2003), La sexualidad de Gabriela Sabatini (2006), Vicente habla al pueblo (2007), Qué campo ni campo (2008), Poesía popular argentina (2009) y, por último, el libro doble y póstumo Plan de operaciones y La única manera de vivir a gusto es estando poseído, escrito durante 2010 y publicado en 2013, un año después del suicidio de Luy.

¿En qué sentido esta obra resulta novedosa? Según César Aira (2016), el arte “debe crear valores nuevos; no necesita ser bueno, al contrario: si se lo puede calificar de bueno es porque está obedeciendo a parámetros de calidad ya fijados”. Como en el caso de Fernanda Laguna, algunos textos de Luy podrían ser tildados como “mala” poesía, ya sea por su nulo significado o por sus decisiones temáticas. Sin embargo, como sugiere Aira, el valor de la obra estaría dado por la irrupción de lo diferente. En un poema, Luy asegura que escribe sobre “cualquier cosa” porque “nada es importante”. En “Poesía actual y cualquierización” (2006), Ana Mazzoni y Damián Selci afirman que “los libros se han puesto a ser otra cosa que lo que son, y ese pasar a ser otra cosa posibilitó que «cualquier cosa» pudiera ser un libro”. Mientras les autores piensan en el formato del libro, la “cualquierización” en la obra de Luy funcionaría a nivel temático. Los poemas de Luy son auténticos ready-mades verbales: toman un elemento de la realidad y lo trastocan hasta darle un nuevo sentido. Por ejemplo, en este poema prosaico de La vida en Córdoba:

Los eucaliptus se tiran en paracaídas.

Hay viento del sur; es verano y las loras rebotan

en los benteveos.

El polen espeja las lajas

y, como un enfermo de SIDA atrás de la cortina del baño,

vuelve a salir el sol.

Al rato el desequilibrio se morigera

y otra vez se oyen las voces de los vecinos.

La angustia me empieza a escalar como un grupo de pitufos;

alegremente, pero sin precipitarse.

Me voy de acá.

Ayer me imputaron en una causa por daños.

Partí un labio y ahora me voy de acá.

Me fui antes, pero ahora es para siempre.

Tuyo mi cementerio.

Mío tu dinero .-

Para Carlos Battilana (2021), en Luy: “La destreza constructiva consiste en contar cualquier experiencia en términos más bien llanos, lo que la torna atractiva, pues los finales de los poemas (a menudo asertivos) se alejan de la grandilocuencia”. En su obra, además, ingresan la política y la agenda mediática. Los demás temas en Luy son el fútbol, el sexo y el rock, siempre desde un yo que articula la experiencia con un lenguaje que reproduce la oralidad. Por otra parte, la presencia del humor en su poesía pareciera buscar distender el contenido de los textos, muchas veces con remates que generan un efecto conclusivo, como en el poema citado. Este recurso, también usado por Fabián Casas, por nombrar a un poeta de la misma generación, fue explotado a mansalva por autores posteriores, creando una suerte de epigonismo basado en la forma.

A partir de la irrupción de una nueva era en la política argentina, identificada con signos innovadores que operan sobre lo decible, Analía Gerbaudo (2011) ubica en el año 2003 “el fin de la ‘posdictadura’” (96). Pero Luy no lee este cambio de época. Entrevistado por Juan Manuel Daza en 2009, Luy declara: “(…) mi poesía, básicamente, es de cabotaje. No usa metáforas, sino ejemplos. Entonces, me meto con la argentinidad para dar ejemplos. Y luego, es una poesía que muere rápido y que fuera de este lugar, no sería entendida. No es una poesía para ser producida o que vaya a perdurar. Trabajo en la construcción del ahora”. En otra entrevista de 2007, con Emanuel Rodríguez, el periodista califica su poesía como “menemista” y el poeta admite que su poesía es “coyuntural” y ciertas cosas quedan “desfasadas”. Para el 2001, Luy y Osvaldo Vigna habían ideado un tipo de escritura que denominaron “poesía exprés”: poemas urgentes que hablaran de la crisis. El proyecto no prosperó, pero algunos de los poemas aforísticos de Luy de esa época fueron escritos bajo esta consigna.

Dos poemas refuerzan su concepción de la poesía: “Empiezo por la más obvia: ¿qué es poesía? / – En teoría, la única ciencia que se ocupa del problema” y “El problema con la poesía es que / la metáfora puede ser una forma de ambigüedad”. Su forma de ver la poesía también se manifiesta en la manera en que materializa sus obras. La vida en Córdoba y Aviones fueron libros objeto compuestos como un collage en el que se incluyen dibujos, fotos, poemas ajenos, cartas, grafitis, documentos médicos y legales, etc. En el segundo, incluso, figura la explicación de cómo funciona un sistema de apuestas en línea que había creado Luy, con su propio sitio web y publicidades. El trabajo visual en el armado de estos libros estaba a cargo de su amigo y también poeta Hernán, que además es diseñador gráfico. Quienes trabajaron con Luy en la diagramación de sus libros destacan la corrección minuciosa que hacía sobre sus textos. Realizaba un trabajo detallista sobre la puntuación, generando un ritmo casi musical. La puntuación equivale a la respiración, a las pausas en la lectura, tan presentes en una poesía oral como la suya, escrita para ser leída.

¿Cómo se tratan, entonces, la política y los medios de comunicación en la poesía de Luy? En el título Poesía popular argentina, por ejemplo, hay que entender el adjetivo “popular” como pop, ya que en estos poemas no hay populismo. También podemos leer Aviones como una referencia al atentado a las Torres Gemelas, que había sucedido un año antes. Y en Qué campo ni campo, el título se deriva del conflicto del gobierno con el agro, en el 2008. Es importante mencionar cómo se configura el habla en La vida en Córdoba. Los personajes de estos textos, como los que aparecen en la obra de Alejandro Rubio o en el poema “Cuerpos de todos los tamaños por donde corre la misma sangre” en El guadal de García Helder, construyen su propio tono como una síntesis de la época (y la ciudad) que están retratando. De esta manera, el yo poético puede darle voz a sujetos sociales que encarnan las tensiones políticas del momento. En la introducción de la antología La tendencia materialista (2012), les compiladores identifican cómo el contexto histórico es fundamental para pensar la poesía de los noventa: “La descomposición es la marca de la década del 90 en Argentina, y no puede ser el sujeto ni el objeto de ninguna política”. Esta impotencia puede leerse en los poemas de este libro.

El verso de Luy es, a diferencia de Rubio o García Helder, menos elaborado: su escritura se nos presenta más espontánea. Sin embargo, su poesía trabaja fuertemente los temas políticos, como le responde a Luciano Lamberti en una entrevista: “Escribo sobre política. Política en el sentido de polis, de ciudad, de todo lo inherente a la ciudad. Todo lo inherente a la civilización. Eso me interesa: qué comemos. Lo que podamos discutir sobre el ahora. La construcción del ahora; en ese trabajo, concretamente”. En este sentido, un ejemplo sería este poema póstumo que critica abiertamente a una de las principales referentes de la televisión argentina:

Cucaracha vestida para el Colón.

Me das asco

Guau, qué golpista que sos, Mirtha.

Decís que las viviste a todas jactándote de un “aguante”.

Tendrías que decir que conviviste con todos

como la Iglesia.

Estos ignorantes que acabo de ver en el corte

Majul, Nelson Castro

que te tienen como una diva

que hablan de miedo.

Cuando HABÍA miedo ni ellos ni vos hablaron.

Bancaste el golpe.

Olisqueaste, lamiste suelas.

Simbolizás

la unión de abogados, clérigos,

industriales, científicos, maestros…

Nuestros padres: ellos nos entregaron.

En otro poema, incluido en Aviones, arremete contra otras figuras mediáticas:

Los de canal 13, los del noticiero, me mostraron 7 veces

como se golpea la cabeza el toro.

Y cuando se tiró García, del noveno, ella jugó de policía

bueno; él de malo.

En el 78 ella hacía Mónica Presenta. Iban por todo el

país; sacá la cuenta (de lo que sabían).

Ahora saben más; aunque de mucho no se acuerden. Ella

está gagá; y él…

Odio a los del 13 -los del proceso-

¿Reorganización Nacional? .-

En Aviones también se incluye un poema sobre los montoneros:

Lo que tenían que arreglar con el pueblo lo arreglaron

con Dios. Pueblo nunca hubo.

Puede parecer una ironía pero la verdad es que nunca vi

que les reclamaran algo

poco

nada.

Quizá también el pueblo se metió para adentro; quizá

también ellos arreglaron con Dios.

¿Qué trato habrán hecho? .-

Estos poemas presentan una toma de postura explícita, como cuando vuelve a criticar al periodismo: “Privilegiando el caso Belsunce / al juicio por la AMIA / los noticieros demuestran / que la cultura menemista / llegó para quedarse”. En otro texto, juzga y exige: “Transparencia es publicar. / Lo que está pasando está bien / o está mal. Pero está pasando”.

En Luy la política también aparece desde el plano moral, es decir, en lo que afecta a la convivencia ciudadana. En un poema breve expone un problema moral y nos recuerda la frase de Walter Benjamin “todo documento de cultura también es un documento de barbarie”: “Lo que está mal está mal. / Pero lo que está bien / también está mal. / Charlalo con tus padres .-“. O como escribe en el polémico aforismo: “Si va a morir gente, votemos quiénes”.

El ataque del poeta es contra el poder. En el siguiente poema de No le pidan peras a Cúper (70), también critica a la iglesia:

Cada vez más grande la cruz en el pecho de Lilita Carrió.

¿A qué apuntará? ¿A qué apunta una cruz en el pecho?

Si le preguntan, apuesto a que no lograría reprimir la

sonrisa. Ella sabe que la van a matar, y le encanta.

Me encanta. Quiero todo lo que ella; pero sin la cruz.

La cruz, Lilita, es funcional al sistema .-

El último vanguardista 

Luy fue un vanguardista más allá del espacio textual. Tal vez sus ideas y provocaciones no pasaran de un gesto, pero logró revitalizar la poesía y transmitir su obra por diferentes vías. Por ejemplo, a través de spots radiales que promocionaban sus libros. También hizo circular sus ideas en afiches pegados en las paredes de Córdoba, generando revuelo: consistían en fotos de él, seis amigues y un menor totalmente desnudos con la leyenda “Lo esencial es invisible a los ojos”.

Luy buscaba el reconocimiento y empujaba su poesía para eso. Cuando se publicaron, No le pidan peras a Cúper y Aviones tenían su propia página web y estaban disponibles para ser descargados de forma gratuita. Como poeta autobiográfico, unía la vida y la obra, como querían los vanguardistas de principios del siglo XX.

Otras dos experiencias lo marcan como vanguardista. En los años ’80, todavía durante la dictadura militar, Luy y otros artistas, entre ellos Eugenia Courtade, escriben y publican un manifiesto anónimo que se llamó “Le Bab” y tenía un “espíritu de crítica, de llamado a otra vida” (Cabral, 2017), según Courtade. Años después, en 2009, realiza una instalación videopoética que consistía en ser filmado mientras leía sus poemas para los pasajeros a bordo de los trolebuses de Córdoba, como una forma de intervención urbana.

Por último, Luy fue un poeta con mucha conciencia de su propia obra: antólogo de sí mismo, volvía a poner en circulación textos anteriores en nuevos libros, en muchos casos después de correcciones o reescrituras.

Nuestro deber crítico tiene que procurar que el mito no tape al poeta. Hay que leer a Vicente Luy.

 

Por Julián Berenguel

 
Este texto fue presentado originalmente como ponencia en el “Encuentro Nacional de Poesía y Crítica Otra vez Trilce. La vanguardia mañana” el 19 de noviembre de 2022 en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (Buenos Aires, Argentina).

 

 

Bibliografía

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Battilana, Carlos. 2021. “La construcción de una poesía”. Op.cit. Revista-blog de poesía argentina, hispanoamericana y traducida. Disponible en: http://www.opcitpoesia.com/vicente-luy-el-fenomeno/

Bogado, Fernando. 2017. “Más allá del objetivismo: relecturas de la historización de la poesía de los ‘90”. Revista de Literaturas Modernas, Vol. 47, Nº 2, pp. 11-26.

Cabral, Eugenia. 2017. Vigilia de un sueño. Apuntes sobre Juan Larrea en Córdoba, Argentina (1956-1980). Córdoba: EDUVIM.

Daza. Juan Manuel. 2009. “Vicente en bruto”. Disponible en: http://escriturasindie.blogspot.com/2012/05/vicente-en-bruto.html

García Helder, Daniel. 1987. “El neobarroco en la Argentina”. Diario de Poesía 4: 24-25.

Gerbaudo, Analía. 2011. “La literatura en la universidad argentina (1984-1986). Intervenciones desde una política de la exhumación”. Institutionen för moderna språk, Moderna Sprak, 105, 2, pp. 91-106.

Kesselman, Violeta, Mazzoni, Ana, y Selci, Damián (eds.). 2012. La tendencia materialista. Antología crítica de la poesía de los 90. Buenos Aires: Paradiso.

Lamberti, Luciano. 2005. “Cinco perfiles de Vicente Luy”. Revista La Intemperie. Disponible en: https://tortiluchasencancun.blogspot.com/2006/05/vicente-luy-ataca-de-nuevo.html

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