Qué año de decepciones fue el 2022. Las crisis se agudizaron, el desencanto nos dio en la cara y el efecto pospandemia pareciera que, en lugar de reunirnos, agudizó el sentido de desorientación. Para colmo, el año nos dejó con incendios forestales y una ola de calor que nos recuerda constantemente la irreversibilidad del cambio climático. No ha sido fácil sobrevivir, pero, como es habitual, la literatura ayudó a hacer el esfuerzo. Aún hay gente con su fe intacta —en el lenguaje—; aún hay gente que escribe poemas.

Tal como el 2021 (y me gustaría hacer de esto algo así como una tradición), he vuelto a poner por escrito un pequeño listado con lo mejor de la poesía publicada en Chile durante el recientemente pasado 2022. Sabemos que el género no goza de tanta popularidad y los escasos libros de poesía que aparecen en las listas —ya publicadas— son incluso de años anteriores (no quisiera hacer un juicio de aquello, las joyas aparecen sin buscarlas). Aquí les traigo mi selección, que fue confeccionada entre conversaciones con amigues, para quien quiera retomar algún pendiente, o para se produzca el encuentro con ese libro que apareció silenciosamente entre el caos del año y del que usted, amigue lector, no alcanzó a enterarse.

En esta ocasión, la estructura sigue siendo la misma: primeras ediciones (o publicaciones inéditas) y reediciones o traducciones. Quisiera destacar que hubo una admirable cantidad de publicaciones en la segunda categoría, dejando relucir el dedicado trabajo de algunas editoriales (Bisturí 10, cuadro de tiza, en gran medida a ustedes les hablo) por expandir nuestro campo de lectura y remover las concepciones que tenemos del género. Por esta razón, este año quise expandir un poco más la segunda categoría para hablar de esas lecturas que nos han remecido y cuya calidad es difícilmente cuestionable.

*Los libros serán dispuestos de manera cronológica para evitar la idea de un orden valorativo.

Primeras ediciones 2022

El amor oscuro, Francisco Cardemil Pérez (Libros del Pez Espiral). La segunda publicación de Cardemil nos traslada al centro del habitar, al espacio en que la intimidad otorga nuevos significados a las cosas del día a día. A partir de un imaginario arquitectónico, el autor explora las complejidades de un vínculo amoroso transido por la cotidianidad, las desavenencias y el frenético ritmo de la ciudad. Con un lenguaje cuidado y preciso, el autor combina la poesía con un lenguaje técnico asociado a la construcción (teoría, procedimientos, materiales), dando forma a una especie de maqueta con espacios poco accesibles, pero en cuya sugerencia se fragua la experiencia emotiva: «No recogemos los objetos del día / no hay espera para desvelar / los sellos porosos de estas superficies / la textura de lo que me atrevo / a nombrar en tu presencia».

 


Kewakafe, Roxana Miranda Rupailaf (Provincianos). El último libro de la poeta mapuche-hulliche explora la relación entre la violencia y el cuerpo a través de la metáfora del boxeo. Los poemas del conjunto se yerguen como una reacción, una declaración de una voz que, desde distintos ámbitos, conoce la violencia y la siente venir. No obstante, el revés de la violencia encuentra asidero en un erotismo que se imbrica y logra complejizar la alegoría propuesta, haciéndola, no obstante, diáfana. La memoria corporal se hace presente en cada verso: «La vida no es más que un par de golpes / contra la pared / o contra el cuerpo de otro / que es uno mismo».

la chacra de las fresias, Emilia Pequeño Roessler (Libros del Pez Espiral). El primer poemario de la autora evoca sensaciones, luces y olores del jardín, un espacio de vida cada vez más escaso y, por tanto, añorado. La voz poética enuncia especies, procedimientos y experiencias sensoriales que asoman entre ramas, tierra; el cuerpo y el lugar que habitar. En la obra se dan cita la familia, la religión y la botánica, imbricadas todas, miembros de un ente indivisible del espacio. Cada verso posee una musicalidad que se desliza como una enredadera en nuestra lectura, propiciando no solo un goce estético, sino que una auténtica traslación al espacio invocado: «un jardín es una casa que se habita desde fuera».

Ruido blanco, Gladys González (Ediciones Libros del Cardo). El último libro de la poeta nos sitúa en las calles de la zona norte de Santiago, en la población Juan Antonio Ríos. Entre las calles que demarcan el histórico sector, gravitan relatos de infancia y sus esquirlas, las rutinas que funcionaron como un distractor para acallar –como si fuera posible– los horrores y crímenes de la dictadura. Los poemas nos sitúan entre ropa tendida, abusos, deseos incumplidos y vidas coartadas por la pobreza, por un temor a la muerte y la desaparición. Esta nueva obra de González nos invita, a través de la característica transparencia de su poesía, a no olvidar: «Todos / buscaban un lugar / una forma / de estar a salvo».

Enolebrum, Kurt Folch (Bisturí 10). En esta, su novena publicación, y la segunda de este año —la primera es el libro compilatorio Antiguas planicies de aluvión (Libros de la Calabaza del Diablo)— Folch extiende los territorios terrosos, con sus fósiles, líquenes y erosiones, a un punto cúlmine de la antinarrativa. Con una pericia extraordinaria para el montaje de imágenes, el libro con sus múltiples registros, pareciera abrir una contienda contra la comprensión como medio de lectura de poesía, y hacer mano del recuerdo sin que este ofrezca un hilo cronológico de lectura. Incluso el título, anagrama de Melbourne, pareciera huir de lo inmediato, y ofrecer la opacidad del lenguaje como material de escritura.

Contaminaciones, Camila Blavi (Komorebi). El primer libro de Camila Blavi, compuesto por tres partes, muestra desde su primera página una preocupación particular por el lenguaje, en especial aquel ocupado de unir cosas, yuxtaponer imágenes, flexionando o dejando incompletas sus estructuras sintácticas. Un libro lúdico y rápido que pareciera dedicado a un oficio de recolección, donde la memoria y el paisaje afectan al cuerpo y en él aparecen como piezas coleccionables —aunque incompletas—: «En mis ojos la hierba/ desarmado arde gancho sustrae/ de las colinas córneas».

ciruelo, Mónica Navarro (cuadro de tiza). El debut literario de la autora conmueve por la sencillez de su objeto poético: un ciruelo en medio de un patio. La observación detenida del árbol se esboza como una suerte de paréntesis a la vertiginosidad, en el que el paso del tiempo deja evidencias, que son recuerdos, heridas, también aprendizajes. La delicadeza del lenguaje transparenta y crepita, como hojas al ser pisadas: «la vida en una sola rama: / árbol no conoce lo inútil».

Menciones:

pájaralengua, Camila Albertazzo (Bordelibre Ediciones)

Calcio en la mirada de la noche, Lucas Costa (Komorebi)

Tríada, Francisca Pérez (Overol)

Reediciones/traducciones

Los materiales, George Oppen (Bisturí 10). Tras 25 años de abandonar radicalmente la escritura (no solo de poesía, sino totalmente, sin escribir siquiera su nombre), el poeta estadounidense retomó la poesía con este volumen por primera vez en español. Con traducción del poeta chileno Kurt Folch, el libro expande una relación interferida con el lenguaje, pleno de juegos sintácticos y economía objetivista; los «materiales» son aquí esos pequeños eventos y palabras de la vida cotidiana que alimentan el poema y le dan sentido. Así, entre la fatalidad de la guerra y sus heridos, se nos aparece un optimismo arrollador, una ética de la escritura y un trabajo con el lenguaje que han hecho de Oppen un autor esencial. Les dejo estos versos: «Todo lo que soy es/ Nosotros. Ven a casa».

Exilium, María Negroni (Bisturí 10). En esta reedición chilena del libro de la poeta argentina, publicado por primera vez en la editorial Vaso Roto en 2016, nos adentramos a un trabajo místico del lenguaje. Poemas breves, herméticos, concentrados en una especie de fe desperdigada —¿en dios, en el lenguaje?— que se mueven en una meditación opaca sobre el viaje, bordea una conexión con aquello que no puede decirse, con lo que debe resguardarse como un secreto en el poema. Así, asistimos a un momento en que la poesía, sin mayor pretensión, desborda una luminosidad difícil de definir, sumamente controlada, recorriendo el borde mismo del poema como constituyente de existir: «Así comienza/ la biografía de las cosas:/ como una histeria/ luminosa,/ un error impecable,/ de largo aliento».

Composición de lugar, Amanda Berenger (Bisturí 10). La reedición de este clásico de la poesía experimental/visual latinoamericana es sin duda uno de los puntos altos de este año. Circulando parcialmente en pdf, de taller en taller, el libro de Amanda Berenguer por fin puede leerse en completitud. Compuesto bajo la intención de capturar las puestas de sol sobre el mar, la poeta uruguaya emprende una profunda exploración formal: series de tres poemas, donde el primero, más lírico, es escrito durante la puesta de sol; el segundo trabaja descomponiendo «matemáticamente» los elementos de ese primer poema; y, el tercero, explora visual y cinéticamente las palabras, cruzándolas, repitiéndolas, haciendo cuadros de ellas: «cuando la mano enguantada y larga/ cierra el párpado y da la sombra/ se piensa en la palabra empeñada/ y en la luz que será otra vez/ cuando comience el mundo».

La tortuga ecuestre y otros poemas, César Moro (Descontexto Ediciones). Publicado póstumemente en 1957, pero escrito entre 1938 y 1939 movido por el amor a Antonio Acosta, este libro es clave en el surrealismo latinoamericano. Utilizando intensamente las imágenes, el peruano César Moro, explora aquí el dinamismo sensual del que son capaces las palabras, con versos que a ratos pueden formar párrafos entre los poemas y poniendo sobre la mesa que un verso no es inmóvil, que concatenar implica un movimiento, un ritmo, determinada velocidad. Como muestra, estos versos: «El humo vuelve y se acumula para crear representaciones tangibles de tu presencia sin retorno/ El pelo azota el pelo vuelve no se mueve el pelo golpea sobre un tambor finísimo de ráfaga de viento/ Bajo el cielo inerme venciendo su distancia golpeas sin sonido».

algunas palabras, Antonia Pozzi (cuadro de tiza). La poeta italiana, fallecida a temprana edad y sin publicaciones a su haber, legó una obra intensa y emotiva obra que da cuenta de algunas de sus principales inquietudes: el deseo, la maternidad, la naturaleza. En esta selección, realizada por la escritora Macarena García Moggia, los poemas, además, revisten una dimensión oscura, en que la pérdida es una idea que acecha cada movimiento: «Aquí creemos eterna / la luz sobre los campos / relucientes: / ¿caerá algún día / la noche en nuestras vidrieras / de plata?».

Signos vitales, Damsi Figueroa (Editorial Aparte). La obra de la poeta de Talcahuano, parte de la generación de los noventa, ha sido por mucho tiempo inaccesible. Este libro compila la totalidad de sus tres libros publicados, incluyendo el libro que dio inicio a su carrera como poeta, Judith y Eleofonte (1995), incluido aquí como Poema de Judith. Con versiones revisadas y actualizadas por Figueroa, este libro da cuenta de un trabajo minucioso dedicado a explorar la relación entre lenguaje, identidad y naturaleza; una exploración interior-exterior: «Cierro los ojos y veo dentro de mí los ojos del animal/ Soy un poeta nocturno/ En mis ojos fosforece una visión».

Diarios de exilio, Yannis Ritsos (Ediciones Libros del Cardo). En traducción de Natalia Figueroa, los Diarios del clásico poeta griego fueron escritos mientras era prisionero político durante la Guerra Civil Griega (1948-1950). Dotado de un profundo humanismo, Ritsos anota casi diariamente lo que atestigua, construyendo su propia relación con el hastío, el trabajo, y la fraternidad con los otros prisioneros (una veta que podría recordarnos a Oppen), en una resiliencia radical que enfrenta la cotidianeidad sin dejarse llevar por la tragedia: «Helada luz del sol. No miré los colores./ No giré los ojos hacia allá./ No sé de nada más que la ceniza de mi cigarro/ y el peso de esa ceniza./ Pienso en las cosas más incoherentes».

Yo solía decir su nombre, Carl Phillips (Editorial Aparte). Por primera vez traducido al español en formato libro, nos llega esta antología de uno de los poetas estadounidenses clave de los últimos años. Con 16 libros de poesía publicados (y 3 de ensayo), Phillips ha explorado intensamente la relación entre erotismo y lenguaje, algo que repercute directamente en cómo aborda la sintaxis en su producción poética. Ya sea fragmentaria o prosaica, su escritura apunta a tensionar el encuentro entre cuerpos, la relación con la animalidad, y un sentido clásico de lirismo que escapa a la mera identidad como tema: «Pero el mundo no es como el cuerpo humano.// Ni como la oscuridad que, justo tras el crepúsculo, sobrepasa un acantilado».

Los hombres: un libro lírico, Lisa Robertson (Bisturí 10). En traducción de Jèssica Pujol, esta es la primera publicación de un libro íntegro de la canadiense Lisa Robertson en español. Un libro singular que levanta una mirada a ratos irónica, a ratos de resistencia, sobre la autocomplacencia del género masculino. Como si se preguntara ¿cómo escribir poniendo al hombre en el lugar que la poesía masculina ha dado a la mujer? ¿cómo hacer del hombre una musa?, Robertson echa mano de sus conocimientos de la poesía trovadoresca del Renacimiento y encuentra en este libro una manera de recorrer la imposibilidad de aprehensión de los hombres, un rencor sarcástico y paródico que la hacen preguntarse a ratos: «Si los hombres se vuelven hacia mí/ ¿Dónde está el derecho a mi soledad?».

Un útero es del tamaño de un puño, Angélica Freitas (Bisturí 10). La primera traducción al español en Chile de esta obra del 2013 sorprende no solo por su calidad literaria, sino también por la potencialidad que tiene de ser leído, disfrutado y comprendido por cualquier tipo de lector gracias a su composición que toma el collage como principal herramienta compositiva. Poesía sagaz y una voz poética con un agudo sentido del humor, cada poema plantea diversas inquietudes acerca del ser mujer, pero también al caminar sobre el borde abriendo cuestionamientos a algunos paradigmas impuestos acerca del hacer y estar en el mundo: «no quería hacer una lectura / equivocada / pero todas las lecturas de poesía / son equivocadas».

 

Menciones:

sintonizando el cielo, Susan Howe (cuadro de tiza)

Antiguas planicies de aluvión, Kurt Folch (Libros La Calabaza del Diablo)

Rojo puta, Perrine Le Querrec (Libros del Pez Espiral)

borrador 91 y 104: proverbios y el libro, Rachel Blau Duplessis (cuadro de tiza)

fémur del mundo, J. H. Prynne (cuadro de tiza)

 

Por Camila Hormazábal