En 1984 se estrena la popular cinta Terminator, dirigida por James Cameron donde se muestra una distopía que ocurre en el año 2029, las máquinas se rebelan contra los humanos. Se ha hablado bastante de esta película y no vale la pena contar resumir la sinopsis completa, lo importante de la premisa es la siguiente idea: el antagonismo Humano-Máquina. Que para mí esconde una idea sobre lo obsoleto. La máquina, al obtener conciencia, calcula que la vida humana no es viable y estorba para los propósitos de la estabilidad del planeta. Entonces decide acabar con la vida humana, los humanos nos volvemos obsoletos ¿Pero en relación a qué?

Mientras perdía el tiempo en instagram un amigo me envía un post de una influencer: Lil Miquela (https://www.instagram.com/lilmiquela/?hl=es), de inmediato noté que era un CGI, pero no me pareció extraño, pensé que era un producto comercial que estaba pensado para atraer a jóvenes a alguna marca. No vi nada malo en ello. Otro día volví a su perfil, en su bio aparece la siguiente descripción: Música, buscadora de cambios y robot con estilo… Su número de seguidores es abrumador -3 millones-. Esto llama la atención no solo a los jóvenes que buscan celebridades para admirar y fetichizar, sino que a la industria de la moda y marcas relacionadas con accesorios o tecnología. La lista de auspiciadores que se quieren relacionar con Lil son bastantes, me llamó la atención que Vogue la bautizara como la chica virtual del momento y la BBC incluso la entrevistó. El mundo de los medios la ve con interés. Más allá de la pregunta sobre si es ético o no crear una relación virtual con este cuerpo, es interesante cómo la máquina-terminator no llega en un formato con esqueleto de titanio y ojos rojos penetrantes, y tampoco tiene una cara impávida de fisicoculturista. El terminator de nuestra era está en Vogue, tiene pecas y se saca selfies.

Cuando empecé a ver los videos de Lil Miquela quedé impresionado de la tecnología que la hace existir. Trabajo como montajista y editor, conozco de cerca el desarrollo que existe en la industria de los FX y CGI, entonces me impresionó su integración con el mundo real y puedo apreciar cuánto trabajo hay por poner a esta Bot-Girl en nuestra realidad. Y muchos dirán –sí, pero igual se siente falsa– claro, aún el CGI no está al nivel de traspasar el valle inquietante[1], pero la tecnología está muy cerca de lograrlo. Pero no me refiero a ese tipo de integración. Lo que me impresiona es el trabajo de posicionamiento como Bot-Girl, cómo la gente entra en su juego y cómo interactúa con marcas. Más que integración hablaré de aceptación. Cómo nosotros, sujetos de una sociedad hipercapitalista, le podemos abrir la puerta a este Bot-Girl, escucharla y mirarla. ¿Eso no les llama la atención? Bueno quizás no tú, pero seguro tu hijo, o tu sobrina, estará más expuesta a este tipo de personaje, y abren una ventana virtual para espiarlos. Pero el punto acá es: ¿soy yo quién está espiando o soy el espiado?.

 

¿Entonces, qué haces si viene Terminator y toca tu puerta?

Te sacas una selfie.

 

En la segunda Terminator, el robot T-800 se lleva mejor con los humanos. Esta vez no se trata de un robot tratando de matar a una joven Sara O´Connor, se trata de un súper guardaespalda que protege al futuro salvador de la humanidad.

En nuestra cultura hipercapitalista, donde todo está sujeto a una relación de producción valor, el T-800 no viene por tu cuerpo. Eso no vale nada, viene por tus datos. Los bot ya nos dominan, pero no nos damos cuenta, las Bot-Girls son una cara de algo un poco más siniestro. Ya todos nos hemos percatado de una sensación algo incómoda; el ser observados cuando estamos en alguna red social. Hay miles de historias donde alguien habla con un amigo sobre sartenes y luego aparece propaganda de sartenes en tu feed. Nada raro hay en eso. Ya a nadie le parece extraño que exista una marea de algoritmos manejando e interviniendo datos para venderte un sartén. Pero si nos ponemos algo más perspicaces; ¿A cuánto estamos que nuestro próximo alcalde, o el próximo CEO de la empresa en que trabajamos, sea un bot? ¿Y esta no es acaso una versión más terrible del apocalipsis que planteaba Terminator? Un mundo dominado por máquinas, pero donde no sabemos que estamos dominados. ¿Alguno de nosotros puede asegurar que las decisiones que tomamos día a día, no están siendo influenciadas por un bot?  ¿Y si Lil Miquela crece y tiene una opinión política. Y desea votar por tal o cual partido? ¿Este tipo de robots puede tener influencia política? ¿Tienen derecho a ello?

El problema acá no es si Lil Miquela parece real o no. O si los bots pueden tener una cara, un cuerpo, una personalidad. El problema es entender que estas entidades son un sujeto y no un colectivo. Y cómo se lidia con eso. Al menos sé que los creadores de Lil Miquela son dos personas, el dj y productor musical Trevor McFedries y una diseñadora, Sara Decou, y no podemos ignorar que probablemente exista un staff mayor de personas que le den vida en los videos. Y alejándonos del discurso conservador y conspiranoico que nos puede llevar a la censura, pienso en ¿cómo vamos a relacionarnos con sujetos/colectivos, ideas con cuerpos, sabiendo que al mismo tiempo pueden recolectar todos nuestros datos, y que pueden ser utilizarlos para seducirnos?.

Una idea con cuerpo.

“No se imagina cuántos objetivos se alcanzan humillando al prójimo. Pero hay un secreto. La persona humillada no puede enterarse de su humillación”. 

The Young Pope – Paolo Sorrentino

Podríamos decir que Lil Miquela es una idea, un algo abstracto, que se muestra como un sujeto. Una multiplicidad. Algo más parecido a un personaje de ficción que a un robot propiamente dicho. Por ejemplo, nadie le teme a Batman. Todos sabemos que es un personaje de ficción, que ha sido representado por muchos actores. Y que básicamente es una idea sin cuerpo o con múltiples cuerpos. Nadie puede temer por lo que votaría Batman en las siguientes elecciones de ciudad gótica.

Pero qué pasa si hacemos un ejercicio al revés. A una idea, le construimos un cuerpo, que la personalice. Esto se vuelve un poco más extraño, y alguien podría tildarlo hasta de peligroso. Ideas llevando cuerpos, multiplicidades conectadas, metamorfoseando según sus seguidores. ¿Qué nuevas experiencias nos proponen estos caminos? ¿Qué nuevos tipos de relaciones aparecen con esto?. “La representación visual importa, efectivamente; pero no es exactamente acorde con otras formas de representación. Hay un serio desajuste entre ambas. Por un lado, existe un enorme número de imágenes sin referentes; por otro lado, existen muchas personas sin representación”[2]. Como plantea Hito Steyerl “la representación visual importa”. En tiempos donde la batalla política se va dar en los feed de una red social, y el paradigma de las ideas cambia hacia el paradigma de las apariencias, el caso de Lil Miquela se torna inquietante.

Al escribir Lil en mi teléfono el autocorrector lo completa. Ahora pienso en ella como una versión amigable de un T-800. Pero aún no puedo decir si el de la película original o de su secuela. Retomo una idea del inicio. Quizás una mayor tragedia no es ser obsoleto, sino ser usado. Ser utilizado como alimento/feed de una idea y que esta crezca gracias a mi atención. Y generar algún lazo de atracción con mi secuestrador. ¿Cómo zafo si admiro a mi secuestrador? O quizás estoy pensando mal y el T-800 no viene a utilizarnos, sino a hacer posible nuevas interacciones con nuevos tipos de cuerpos que nos entreguen otras posibilidades de existencia. Como responde Lil Miquela a Shane Dawson (youtuber) en una entrevista telefónica “soy real, estoy aquí, y estoy hablando realmente contigo, estoy haciendo buen arte e intentando que el mundo duela un poco menos”.

Por Sebastián Arriagada

[1] En la estética, el valle inquietante —del inglés uncanny valley— es una hipótesis en el campo de la robótica y animación por computadora en 3D​ que afirma que cuando las réplicas antropomórficas se acercan en exceso a la apariencia y comportamiento de un ser humano real, causan una respuesta de rechazo entre los observadores humanos. El «valle» en cuestión es una inclinación en un gráfico propuesto, que mide la positividad de la reacción de las personas según el parecido humano del robot. (https://es.wikipedia.org/wiki/Valle_inquietante)

[2] Hito Steyerl – Los Condenados de la Pantalla – Caja Negra -2014